Deportes
Balonazo al aficionado
Este fin de semana debía comenzar la calificada como mejor Liga del mundo. No lo hará por el conflicto que mantienen los clubes y los jugadores a cuenta de la negociación del convenio colectivo y el fondo de garantía salarial que haga frente a los impagos a los futbolistas. La huelga declarada por los jugadores es un síntoma más de la alarmante situación del deporte-rey convertido en espectáculo y negocio millonario para la minoría y en debacle económica y deportiva para la inmensa mayoría. La Liga de las estrellas es hoy un monumental envoltorio que apenas oculta un declive estructural agudo. La mayoría de los clubes mantiene deudas millonarias que en cualquier otro sector supondrían la bancarrota –triplican en muchas ocasiones el presupuesto del club–, pero el fútbol, además de moverse en parámetros sentimentales y sociales distintos, ha encontrado un agujero en la legislación concursal para «regularizar» las quiebras técnicas derivadas de nefastas gestiones de los dirigentes y salir así del atolladero sin sanción alguna. Que la actual Ley Concursal no tenga una excepción deportiva ha sido utilizado por los gestores para jugar a dos barajas, a conveniencia. Todo ello ha alimentado una burbuja de impunidad para el derroche. Basta con compararse con Europa para calibrar la crisis de la competición española. Y es que de la más de una veintena de equipos en situación de suspensión de pagos en el continente, sólo uno no es español. Pero sería injusto atribuir únicamente a los dirigentes la responsabilidad del desenlace. Los futbolistas han participado de esa fiesta del despilfarro con contratos desfasados sin importarles hacia dónde se dirigía el fútbol o si sus compañeros del equipo vecino pasaban dificultades. Todos veían cómo la criatura se dirigía hacia el precipicio, pero nadie hizo nada para frenarla. En medio de una profunda crisis económica, el fútbol, dirigentes y jugadores, han preservado su oasis ajenos a la realidad social circundante, con pingües beneficios para casi todos. Con datos sintomáticos: de los 15 jugadores mejor pagados del mundo, nueve juegan en nuestra Liga con contratos multimillonarios. No caben, pues, sorpresas cuando los clubes acumulan hoy 4.000 millones de euros en números rojos. También la Administración debe asumir su cuota de responsabilidad. Los impagos a Hacienda y a la Seguridad Social se han convertido en una costumbre tolerada por el trato de privilegio y la permisividad de las autoridades que ahora se ponen de perfil. Los paganos de este conflicto son los aficionados, el fútbol y la imagen internacional de España. El espectador, que ya sufre habitualmente el maltrato de una Liga que le desprecia abiertamente con un calendario indefinido y unos horarios caprichosos, no podrá disfrutar de una pasión que, en muchos casos, le sirve de distracción por unas horas del duro día a día de la crisis. El fútbol debe poner los pies en el suelo. Iniciativas como los límites de gasto en fichajes, los topes salariales, la reforma de la legislación concursal y las sanciones deportivas por impagos deben servir para desterrar la cultura del derroche y abrir una etapa de rigor y profesionalidad.
✕
Accede a tu cuenta para comentar