Venecia

Luz Casal: «La música es mi terapia»

Vital, pero sin excesos. Así es y así vuelve esta gallega a los escenarios después de superar por segunda vez un cáncer de mama. Y lo hace con un concierto solidario el próximo 4 de febrero en el Madrid Arena

Para la ocasión se enfundó un vaporoso traje de Amaya Arzuaga, en rosa, el color de la lucha contra la enfermendad.
Para la ocasión se enfundó un vaporoso traje de Amaya Arzuaga, en rosa, el color de la lucha contra la enfermendad.larazon

Durante los ocho meses que ha durado su silencio público, en los que le ha plantado cara por segunda vez a un cáncer de mama, Luz Casal no ha parado de recibir de sus fans «chutes de energía»: oraciones, «biquiños», avellanas, aceite de oliva... Recuperada, quiere agradecérselo con un concierto benéfico el Día Mundial contra el Cáncer. Será el próximo 4 de febrero en el Madrid Arena y los beneficios irán destinados íntegramente al Grupo Español de Investigación en Cáncer de Mama y a la Asociación Española Contra el Cáncer.

-¿Por qué hay que llenar el Madrid Arena?
-Porque contamos con la taquilla es para que estas dos asociaciones puedan seguir adelante con sus proyectos. Hemos trabajado para cubrir absolutamente todos los gastos, desde la limpieza a las ambulancias. Así que cuanto se consiga de las entradas va directamente a esas entidades: la mitad para cada una. Así de fácil. Confío en que se ocupen las 7.000 plazas.

-¿Ha sido 2010 un «annus horribilis»?
-En ningún caso. Hubo algunos días un poco duros, pero no más.

-Lo que usted ha calificado como «días sin vida»...
-La mayoría de las veces s los pasaba en la cama. Cuando no tienes cabeza para pensar, no tienes ganas de hacer nada de lo que te gusta y te sientes sin fuerza. ¿Qué hace cualquiera cuando está cansado? Ponerse en un rincón o tumbarse. Pues eso es lo que decidí yo: dejar que pasara ese momento y no agobiarme. Porque además, es lo que tenía que suceder, la consecuencia de algo que me metían en vena. Le pasa a todo el mundo que sufre un cáncer.

-Sin embargo, esa paciencia no es un valor en alza en el mundo de las prisas en el que vivimos…
-Nos falta esperanza. Hay gente que se agobia con un catarro. Imagínate esa persona cuando tenga una dificultad más grave, como un accidente y que se te rompan de dos a 25 costillas... Convierten todo en un gran problema. En cambio, la esperanza supone tener ganas de vivir.

-También entra en juego la fe. ¿La ha perdido en algún momento?
-No sólo no la he perdido, sino que la desarrollé. ¿Cómo se puede vivir sin fe? Si me dicen que el agua de la botella que veo ahora mismo es mineral, yo me lo creo, pero en ningún momento he visto cómo llega hasta aquí. Y fíjate si tengo fe... Si algo tan sencillo quieres cuestionártelo, puedes acabar mal.

-Cuando uno pasa por un cáncer lo puede tomar de varias maneras: viviendo a la carrera, tirando la toalla o intentando disfrutar de lo cotidiano… ¿Qué eligió usted?
-Para mí la mejor actitud es tomar la enfermedad como algo que forma parte de la vida. Por ejemplo, si cocinas, lo más normal es que alguna vez te cortes, te quemes o te atragantes. La vida no es algo que tenga siempre el mismo color y la misma intensidad. Ésa es la verdadera vía.

-Ha aprovechado este tiempo de ausencia para viajar...
-En comparación con una gira, he hecho pocos kilómetros. Lo que ocurre es que disfruté especialmente. Al estar tanto tiempo en Madrid por el tratamiento y no tener mucha «soltura» física, los viajes los he tomado como una posibilidad de redescubrir sensaciones. Por ejemplo, cuando fui a Huelva, el baño que me di con hipercuidado para que no me diera el sol fue uno de los mejores de mi vida. Y pasear por el campo de Asturias, quizá con un paso más lento y con un esfuerzo mayor, también ha sido muy emocionante. Además, entre la quimio y la radio, me dieron permiso un mes, que aproveché para hacer un desplazamiento más largo a Florencia y Venecia.

-¿Ha tenido tiempo para componer?
-No he parado. No hay fecha para un proyecto nuevo, pero sí material. Vamos a ver qué resiste al paso del tiempo. Estoy absolutamente volcada en los conciertos, y la disciplina de trabajo que logré ha saltado por los aires.

-Ahora toca retomar todo lo que se quedó pendiente…
-Tuvimos que interrumpir bastantes actuaciones. Vuelvo a la carretera, que es algo importantísimo en mi vida. El contacto con la gente en los conciertos es una satisfacción que no se puede comparar con ninguno de los otros trabajos en los que me muevo: la preparación, la composición de un disco, la grabación…

-En Madrid retoma su gira «La Pasión», pero con una escenografía nueva.
-Va a impactar porque está realizada por un pintor extraordinario, Guillermo Pérez Villalta, que está en uno de los mejores momentos de su carrera. No se me viene a la mente ningún ejemplo parecido sobre un escenario. Así personalizas el concierto, que creo también es nuestra obligación: no caer en la tentación de hacer lo mismo que todo el mundo con más o menos vatios, inversión o talento.

-Usted nunca ha pecado de seguir la moda...
-Diferenciarme es un objetivo. No poseo la osadía de considerarme mejor que nadie ni tengo la modestia de considerarme peor. Cada músico debe amplificar aquello que hace. Yo no puedo tener una banda mediocre, puesto que tocamos diferentes géneros musicales. Y así todo…

-¿A pesar de haber vendido cinco millones de discos, aún tiembla al subir a un escenario?
-Temblor no sería la palabra ni la inseguridad la imagen que lo defina. La responsabilidad de tener a alguien enfrente siempre te provoca una sensación de inquietud, de «qué pasará». Pero es algo que se esfuma en el instante en que pones un pie en el escenario. Son esas horas previas las que yo suprimiría de mi vida si pudiera, que van desde la prueba de sonido al momento de la actuación. Lo vivo como una olla en ebullición. Tienes cantidad de elementos y empiezas a cuestionarte si hay que hacer tal canción o no, si voy a salir por la izquierda o la derecha al escenario…

-O si tropezará con el cable del micrófono…
-Pues sí. Todo se magnifica. Lo bueno se hace majestuoso, y un tropezón se convierte en un accidente aparatoso.

-Transmite siempre una imagen de serenidad. ¿Nunca pierde los papeles?
-No suelo llegar al extremo del grito, porque tengo una cierta perspectiva de las cosas. Antes de desesperarme, si puedo evitar algo o a alguien, o me voy, o lo echo. Así de sencillo: no necesito gritar.

-Pero, ¿se llega a acordar de la familia de alguien si se la juegan?
-Pocas veces, no soy de llegar a los extremos. Como tampoco me muero de miedo o exploto de alegría. Soy una persona con bastante equilibrio, y ese equilibrio me lo da la música. Porque todos los descalabros que tengo, tanto de pensamiento como de sentimientos, los conduzco o los revierto en las canciones. La música es mi terapia.

-Cuando fue nombrada hija predilecta de Boimorto (La Coruña), su pueblo natal, dijo que se consideraba una «mujer de aldea»...
-Un poco como los románticos de finales del siglo XVIII y principios del XIX, muy apegada a la naturaleza, al valor, lo que implica poner al ser humano como algo importante. Son mujeres francas y sencillas. Luego, como todo en la vida, hay matices. No toda la gente de aldea es pura, ni todos los que viven en la ciudad egoístas. Yo me identifico con esa filosofía y mi madre es mi ejemplo a seguir: una mujer apegada a la tierra, que la conoce y que ante las dificultades, las resuelve con frases totales que simplifican y aligeran el problema. «Es que no he conseguido tal cosa», le comento. Su respuesta: «No se puede tener todo en la vida». Y con esta sentencia ya lo deja todo claro. Son valores básicos, como tener apego a una cierta tradición, a tus raíces, a entender tu historia personal como algo ligado a los demás.

-¿No resulta complicado llevarlo a la práctica en el mundo del «show business»?
-No digo que no me gusten las dificultades. Me atraen los retos. Cuando tienes una vocación a la que te sientes predestinado, todo lo que haya alrededor que te coarte o te distraiga lo resuelves y te lo quitas de en medio con cierta facilidad. A mí cómo sean los demás me da exactamente igual. Precisamente por mi carácter y por mi firmeza, ante determinadas situaciones que me puedan crear un conflicto interior las rechazo de plano. Sé que habré perdido oportunidades, pero la mayor parte que conozco y admiro no ven la música como un negocio sino como una forma de ver la vida. Sé que pertenezco a una industria, pero no me considero un producto, aunque en algunos casos lo sea. No tengo nada que objetar a los que me llamen «el producto Luz Casal», ni voy a ir detrás de cada persona que me considere como tal a pegarle con una escopeta.

-¿Y al que se descarga música ilegal le apuntaría con una recortada?
-Yo no apuntaría con una e ni si quiera a mi peor enemigo, en el caso de que lo tuviera, que no lo tengo ni identificado. No me gustan los conflictos con el prójimo y muchísimo menos resolverlos de esa manera.


El detalle
COMPROMETIDA HASTA EL FONDO... DE ARMARIO

El 15 de mayo, día que recibió la Medalla de Oro de la Ciudad de Madrid, le confesó a Jesús Mariñas que en sólo tres días entraría por segunda vez en quirófano porque el cáncer de mama había llamado otra vez a su puerta. Para la ocasión se enfundó un vaporoso traje de Amaya Arzuaga, en rosa, el color de la lucha contra la enfermendad. «No sé si antes me habría vestido así. Pasé un poco de frío, pero mereció la pena. Digamos que era una manera de decirle a la gente, cuando lo supiera lo que pasaba, que estaba dispuesta a luchar de nuevo. Una manera graciosa de quitarle hierro al asunto». Su regreso a los escenarios también ha sido simbólico. El pasado jueves en su primer concierto en Segovia se enfundó un seductor vestido rojo, el tono de la pasión, nombre del trabajo dedicado a los boleros hecho gira. «De sobra está decirlo pero lo voy a hacer, en fin, hoy es un día muy especial para nosotros, para mí…». dijo nada más comenzar el recital en el teatro Juan Bravo, con la voz entrecortada. Antes de pisar el escenario, cenó un poco de cochinillo asado en un restaurante típico junto al auditorio, donde trató de pasar muy desapercibida. El dueño del local, José María Ruiz, también conocido bodeguero de la Ribera del Duero, la invitó a firmar en el libro de honor, a lo que la artista accedió, mientras prometió volver al final de la actuación de hoy. En su texto, Luz Casal escribió: «Cuando una vuelve buscando experiencias conocidas es que desea que le proporcionen gusto. Eso es lo que encuentro cada vez que vengo aquí».