Lorca
El milagro de Morente por Alberto Manzano
Hay mucha gente que puede hablar de Leonardo. Yo sólo he sido a veces el San Juan Evangelista de un poeta cuya intensa y prolífica vida no se puede resumir.Cohen descubrió con apenas quince años a Lorca cuando cayó en sus manos un ejemplar de «El diván del Tamarit» y siempre dijo después que aquello «arruinó su vida».
Que ya no hubo marcha atrás. Más o menos por entonces recibió su primera y única lección de guitarra. Se la dio un gitano de Montreal, un músico callejero al que él miraba al pasar. Esa forma de tocar influyó mucho en sus primeras canciones. El flamenco se instaló en su corazón y una de sus grandes emociones fue que Enrique Morente se fijase en sus temas y reconociese el poso mediterráneo en ellos. Para él fue un milagro que Morente viera lo que no era evidente. Siempre ha reconocido una afinidad absoluta por España y en su íntimo imaginario está la Guerra Civil, el flamenco, la guitarra y el Mediterráneo. Pero en su esencia poética está el eclecticismo, las influencias que abarcan poetas sufíes de Persia o India que se suman a la primera lectura de los poetas románticos ingleses, las sagradas escrituras, los profetas bíblicos como Isaías. El estudio del budismo y la práctica de la meditación zen supusieron el gran cambio en su obra discográfica: del tono melancólico e incluso depresivo a la paz interior. Siempre ha practicado poco la ortodoxia. Pero en temas del corazón y del espíritu llega adonde nadie se atreve a llegar.
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