Asturias

Viaje a la democracia israelí

La Razón
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La presencia de los Príncipes de Asturias en Israel, en el marco de su primera gira por Oriente Medio, que les llevará además a los territorios palestinos y a Jordania, reúne un gran valor institucional y una importante carga simbólica, no sólo porque se cumple un cuarto de siglo de normalización de las relaciones diplomáticas entre ambos países, sino por el evidente reconocimiento y sintonía con la única democracia en una región de autocracias y teocracias. A lo largo de estos 25 años, las relaciones entre Madrid y Tel Aviv han sido netamente positivas, aunque han pasado por etapas turbulentas, especialmente protagonizadas por la política exterior socialista de estos últimos años, cuyo sectarismo ideológico perturbó la interlocución entre ambos países.

Don Felipe y Doña Letizia han llegado a la zona en un momento tan histórico como complicado. Primero, porque la región está sometida a tumultuosos procesos y revoluciones populares de incierto futuro en países clave como Egipto o Siria. Y segundo, porque los ataques de los terroristas palestinos han vuelto a provocar un recrudecimiento de la violencia después de semanas de relativa calma. Para la democracia israelí, la existencia nunca ha resultado sencilla ni pacífica, pero en tiempos en los que países tradicionalmente enemigos viven circunstancias potencialmente explosivas, la inquietud en la sociedad hebrea es comprensible.

Ciertamente, es difícil albergar expectativas reales sobre un marco de estabilidad y convivencia sin tensiones entre árabes e israelíes mientras persista la actual inseguridad para el Estado hebreo y mientras el propósito fundamental de buena parte de sus vecinos sea la destrucción de Israel. La presencia de los Príncipes de Asturias, su reconocimiento de los valores de la democracia israelí, ha sido un respaldo muy oportuno en un escenario tan convulso como el presente. Esa proximidad con el pueblo judío y con principios centrales del Estado de Derecho quedó adecuadamente reflejada en las palabras de Don Felipe en la visita al Museo de las víctimas del Holocausto. Allí, instó a defender «la vida, la libertad y la dignidad del ser humano, sin importar su raza, género, religión o nacionalidad».

No es un pronunciamiento baladí. Estos valores supremos, fundamentos centrales de una auténtica convivencia, constituyen también la esencia de la supremacía moral de la democracia y de la libertad sobre los regímenes feudales y las satrapías que existen alrededor de Israel. Es una brecha clave que resulta insoslayable en cualquier diagnóstico y toma de posición en el conflicto de Oriente Medio. España ha olvidado con excesiva frecuencia en los últimos años que defender y entender a Israel es sinónimo de defender nuestros valores democráticos y liberales frente al totalitarismo y al fanatismo. Esa actitud ha sido un grave error de nuestra última política exterior, cegada por el sectarismo.

El Gobierno ha incluido en la gira de los Príncipes una visita a los territorios palestinos. La interlocución española ha sido habitualmente bien recibida y es positiva siempre que el propósito último sea garantizar el derecho a la existencia de un Estado legítimamente constituido como el de Israel.