Grecia

La semana de Martín PRIETO: Arde el pan

No hay más remedio. Volvemos a Rodríguez Zapatero. Sus incipientes lágrimas en el Debate sobre el Estado de la Nación no añade ni quita nada: la sentimentalidad es una mala música para la política

Christine Lagarde
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Cuentan amigos de la zona húmeda de León que una noche le arrojaron a Zapatero una cerveza por la cabeza y quedó impávido sin mover una ceja. Lo interpreto a su favor como estoicismo, aunque también podría ser la falta de reacciones de un abúlico leptosomático. El partido le instaló en una casa en las afueras nobles de Madrid, y llegando a ella, con Sonsoles y las nenas aún en la provincia, metió el pan en el microondas y atendió una llamada telefónica en otra habitación. Será verdad eso de que los hombres somos incapaces de hacer dos cosas a la vez pero, el caso es que ardió el pan en el microondas pegando fuego a la cocina. Quizás de haberlo sabido a su tiempo no le hubiéramos votado. Él se excusa aduciendo que allá donde vive todo lo que entra se desinfecta en el artefacto, menos las góticas. El terror a los gérmenes es una rara afección mental, como la de Howard Hughes.

Exordio obligado porque el Zapatero de su última legislatura sólo es entendible desde el psicoanálisis, dado que siendo terco para reconocer los hechos practica al tiempo una duda metódica que le conduce a la inacción. Eso podría ser bipolar y recomendaría un examen psiquiátrico de los candidatos a presidente. Teniendo tal prurito por «quedar bien», o «por finalizar bien», por no sentirse suspendido en el último examen llega al patetismo de emocionarse visiblemente en la tribuna de oradores. El polígrafo francés del XIX Louis Latzarus escribía en «La politique» que existe un arte para ascender al poder y un arte para caer del mismo. Un buen presidente del Consejo debe saber marcharse. Si se deja explotar hasta última instancia, no volverá jamás al poder.

El debate sobre el Estado de la Nación es una mala copia del Estado de la Unión que presenta el presidente estadounidense al Congreso y el Senado. Éste es serio; el nuestro una pamema mimética. Pero si Zapatero se estaba despidiendo podía haber prescindido de papeles, datos, estadísticas gráficos y haber encursado su ánimo dirigiéndose a los españoles que más sufren y no estaban en la Carrera de San Jerónimo ni en la indignación pública, incluso para sostener que las grietas de España se deben a la constelación de los astros de la que nadie tiene culpa, ni siquiera él. Nervioso y atacón como un primerizo, justificó sus desaguisados y volvió con el sonajero de que Rajoy no aporta nada cuando son cientos las propuestas del PP rechazadas, ignoradas o fagocitadas como cosa propia. Del cinturón sanitario que urdió con los nacionalistas al «perro del hortelano», en la sospecha de que Zapatero no ha leído a Lope de Vega por lo mal que lo cita y se ha quedado con el runrún. Tal como estamos, un debate prescindible.

Zapatero no tuvo el valor de su compañero portugués Sócrates, ni tiene el cuajo de su correligionario Papandreu en Grecia. Prefiere que el malo de la película sea Rajoy y cada día que permanece, más de mil españoles pierden su empleo cayendo sobre sus anchas espaldas. De no ser por ese padecimiento a los ciudadanos ya les daría igual que convocara elecciones en noviembre o apurara el cáliz hasta marzo. Quién soñó otro Camelot sólo preside sus propios reconcomios. En la Tabla Redonda los caballeros hacen botellón y la reina Ginebra es de cuota. Estamos como el galán exclamando de madrugada: «Ni se muere padre ni cenamos». Esta política nos degrada. El pan está ardiendo.


POST SCRIPTUM
La secretaria de Estado, Hillary Clinton, extiende por primera vez un viaje europeo a Madrid para tomarnos el pulso. El protocolo de este Gobierno de gelatina cerró sus encuentros con el Rey y Zapatero. Cuando la maldad se casa con la mezquindad se acaba pariendo mezquindad. El anti yankee Zapatero, luego suplicante de Obama, quiere monopolizar en su caso la relación con EE UU. La propia Clinton ha tenido que exigir una entrevista con Mariano Rajoy. Está muy bien informada.



El personaje de la semana
Christine Lagarde
Básicamente el Fondo Monetario Internacional es un club de acreedores y ninguna oficina de imagen evitará que tenga cara de cobrador del frac. También es otra cosa. Cobra, si puede, o hace quitas sobre deudas apocalípticas, presta a bajo interés e intenta imponer a los deudores recetas económicas que los llevan a la solvencia. Indignados de todo el mundo piden su desaparición, lo que ahora supondría añadir caos al desorden. Por primera vez una mujer dirige el FMI: parisina de 55 años, integrante del equipo francés de natación sincronizada, licenciada en Políticas, abogada en trabajo y competencia, divorciada , dos hijos, vegetariana, abstemia y jardinera. Currículo epatante: profesora, diez años en EE UU como pasante de un congresista, letrada de la firma Baker&McKenzi, ministra con Chirac, Villepin y de Finanzas con Sarkozy. No es cierto que las mujeres a los 50 años se vuelvan invisibles. Es todo glamour y huele en las fotos al perfume del aire acondicionado de los últimos pisos de Wall Street.