Ceuta
Otra vez buenos vecinos
Cuatro años después, bajo un Gobierno del Partido Popular, se han reanudado las reuniones de alto nivel entre Marruecos y España. En este tiempo, el clima bilateral se ha dulcificado, olvidadas las protestas de 2010 por el violento desalojo de un campamento reivindicativo saharaui, y la cooperación comercial e institucional entre ambos reinos nunca había alcanzado el nivel actual. Mucho ha tenido que ver, sin duda, el proceso democratizador impulsado por el rey Mohamed VI, que ayer recibió a Mariano Rajoy en la ciudad de Marrakech, y la percepción de que algunos graves problemas surgidos en el Magreb, como el avance del terrorismo islamista, exigían estrechar la colaboración entre los dos países. También han servido de impulso la liberalización económica acometida por Marruecos, con reformas fiscales y garantías a las inversiones extranjeras, que abrió la puerta de la Unión Europea a su sector agroalimentario, para consternación de nuestros productores levantinos, confrontados a un duro competidor. Pero, en general, el balance es positivo. España se ha convertido en el primer socio comercial de Marruecos, por delante de Francia, y nuestras exportaciones se han incrementado en un 22 por ciento en los seis primeros meses del año en curso. Casi un millar de empresas españolas se han instalado en el reino alauí y las previsiones apuntan a que seremos el primer inversor extranjero antes de que termine 2012. Si la economía marrroquí no se tuerce y no detiene bruscamente su crecimiento, como predicen algunos analistas internacionales, el vecino del sur será un mercado decisivo que ayudará de forma nada desdeñable a superar nuestra crisis. Por supuesto, persisten dos complicados contenciosos de difícil solución: la cuestión del Sáhara y el control de la inmigración irregular, tradicionales fuentes de problemas entre ambos países. Respecto al primero, el Gobierno de Mariano Rajoy mantiene la posición tradicional española que respalda las resoluciones de Naciones Unidas y la convocatoria de una consulta popular. Es algo que Marruecos conoce, pero que no quiere convertir en un obstáculo insalvable mientras el proceso se mantenga aletargado por la inoperancia de la ONU. Postura pragmática que, sin embargo, puede cambiar en cualquier momento a tenor de las necesidades de su política interior. Respecto a la inmigración irregular, en parte ligada al contencioso de Ceuta y Melilla, se están produciendo algunos avances, aunque siempre sin continuidad. Pero, en definitiva, la relación mejora y contribuye no sólo en el desarrollo de la política comercial, sino, y esto es lo más importante, a apuntalar el proceso democratizador marroquí, que tanto debe importar al Reino de España porque es garantía de progreso y de una fructífera relación de buena vecindad.
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