Historia

Hollywood

La mujer de Chanel nº5 por Martín PRIETO

«Descubriendo a Coco» Edmonde Charles-Roux editorial Lumen
«Descubriendo a Coco» Edmonde Charles-Roux editorial Lumenlarazon

Durante la segunda Guerra Mundial Gabrielle «Coco» Chanel permaneció en París con la boutique abierta frente al «Ritz», donde tuvo habitación por treinta años. Era políticamente lerda pero su amante de entonces era un oficial alemán, von D., aristócrata de Hannover, dos metros, rubio de ojos azules, caballero esbelto, frívolo y trece años más joven que ella. Arquetipo de los hombres que la gustaban. Vestido de civil no parecía concernirle la matanza universal dedicándose a desconocidas tareas de inteligencia. Pese al fracaso del vuelo de Rudolf Hess a Inglaterra, la pareja urdió un plan para firmar la paz en el Oeste y seguir luchando en el Este. Mucha gente se implicó y el poderoso Heinrrich Himmler dejó hacer a su mano derecha, el coronel Schellenberg, otro tan ligero que ingresó en las SS porque le gustaba el uniforme. Quedó enterado el conde Bernadotte, responsable de la Cruz Roja Internacional. Gabrielle en su recorrido arribista por las aristocracias europeas había hecho buena amistad con la familia Churchill con la que solía cazar junto a su amante, el duque de Westminster, pero su puerta estaba en Madrid y el Embajador Sir Samuel-Hoare la despachó con cajas destempladas, informando a Londres. Fracasó la «Operación Sombrero de Modelo», pero dejó pistas. Tras la invasión de Normandía Schellenberg (condenado a seis años en Nuremberg), von D. y «Coco» se refugiaron en Suiza donde ella tenía su fortuna. Tuvo el valor, o la inconsciencia, de regresar y la estaban esperando en el «Ritz» deteniéndola de mala manera. A las «ratas grises» que habían confraternizado con el enemigo las rapaban y daban ricino paseándolas por las calles. A «Coco» podían acusarle de alta traición y espionaje. Quizá no la hubieran fusilado por su renombre pero hubiera ido a la cárcel, habrían embargado sus bienes y estigmatizado su nombre y su marca comercial. El general De Gaulle recibió una llamada de Londres y devolvieron con mimos a Gabrielle a su hotel. Quien había telefoneado era Sir Winston Spencer Churchill.

Gabrielle nació en un pozo de miseria rural, con un padre feriante y ausente, hermanos desharrapados y una madre que no rebasó los 36 años. Hospiciana desde los doce a los dieciocho años su incultura era enciclopédica, lo que no fue óbice para que llegara a tutearse con Diaguilev, Renoir, Cocteau, Picasso, Juan Gris, Stravinski, Paul Morand, Verlaine, Lautrec, Ravel, Mallarmé, Collete, los Rostchild, la crema de Hollywood y la nata de los duques británicos y las princesas rusas. Excepto con un par de hermanos rompió de por vida con su numerosa familia sobre la que hecho toneladas de olvido. Luego se decía de ella que era una charlatana pero que jamás hablaba de sí misma. Incluso su edad fue un misterio, ya que cambió en varias ocasiones su fecha de nacimiento (se quitaba seis años), calculándose que falleció en su «Ritz» a los 88 años. La necesidad la hizo modistilla de las que van a coser a domicilio. Con la necesidad como acicate intentó cantar y ser vedette, sin la menor capacidad para ello, en tugurios militares donde la soldadesca la gritaba «Coco», rebautizándola. Mantenida por hombres casados que garantizaban su soltería (tenía matriz infantil), dos de ellos financiaron sus primeros establecimientos en Paris. No era hábil con la aguja pero veía en la nada e impuso su estilo a las mujeres. Empero su pasión fueron los caballos, siendo magnifica amazona. A los 81 años aconsejaba a las amigas: «Para montar bien hay que imaginar que una tiene un precioso par de cojones y no apoyarse en ellos». Alcanzó la meta con un perfume. El químico Ernest Beaux le propuso una serie de frasquitos con 80 ingredientes distintos. «Coco» eligió el nº 5 que sigue siendo exclusivo. Beaux desapareció sin ser recompensado. Vendió todos los derechos a un industrial judío y aprovechando su exilio y sus amistades nazis intentó en vano retractarse. «Coco» no fue una buena mujer ni su origen justifica sus actos. Su lema: «Para un mujer traicionar sólo tiene un sentido: precisamente el de los sentidos». Mantuvo a von D. en Suiza, pagó sus tratamientos oncológicos y sufragó su sepultura, pero no fue a verle. Se fue a Hollywood y vistió las películas de Samuel Goldwyn, compró castillos y nunca fue feliz. Monsieur Ritz advirtió que «Coco» salía por las noches sonámbula, desnuda, de sus habitaciones, y la puso una doncella de guardia. Murió de nada, de vieja, sin otra compañía que la camarera, diciendo: «Así se muere uno», hace 40 años. «Lumen» ha reeditado «Descubriendo a Coco» de la reputada Edmonde Charles-Roux, Premio Goncourt y miembro de esta Academia. Absténgase los que esperen una biografía escandalosa.



«Descubriendo a Coco»
Edmonde Charles-Roux
editorial Lumen
592 páginas. 22,90 euros