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Schettino de Pinto; por Lucas HaurieHay dos opciones: envolvernos en la bandera o preguntarnos cómo es posible que condenen repetidamente a deportistas que aquí son absueltos.A Contador le fue detectada una sustancia prohibida en su cuerpo y también trazas de haberse realizado una autotransfusión, aunque esto último fue mediante un método todavía no homologado. El Tribunal de Arbitraje Deportivo (TAS) preguntó cómo había llegado el clembuterol a su organismo y recibió un cuento sólo creíble por tontitos de baba: que ante la imposibilidad de encontrar un filete decente en el primer país productor de vacuno de Europa, se lo tuvieron que traer desde cientos de kilómetros; que el animal engordado ilegalmente pasó todos los controles veterinarios; que el chef de un hotel de cinco estrellas era tan inepto que tuvo que cocinar la carne un masajista en el camping-gas de una autocaravana; que, oh casualidad, los únicos compañeros que compartieron con él la cena fueron los dos que no hicieron control antidopaje ese día; y que como le daba pena tirar lo que había sobrado, desayunó al día siguiente bistec recalentado en el microondas, que es justo lo que más apetece nada más salir de la cama. Y todavía querrá el abogado de Contador cobrar por inventarse esta historieta que no es una línea de defensa, sino un tiro en el pie y un insulto a la inteligencia de los jueces. Mucho más verosímil es la caída accidental al bote salvavidas de Francesco Schettino, el capitán del «Costa Concordia», y lo tienen al pobre bajo arresto domiciliario. Con este asunto tenemos dos opciones: envolvernos en la bandera y clamar contra una conspiración judeomasónica de la antiespaña, o preguntarnos cómo es posible que las instancias internacionales condenen repetidamente a deportistas que aquí son absueltos. No sólo a Contador, hay más.

Sobreactuación arbitral; por María José Navarro
El TAS se ha autoimpuesto el papel de personaje dedicado a castigar por si las moscas, y parece que lo cumple con bastante soltura.

Dicen los que estuvieron el otro día en la rueda de prensa de Contador (después de conocerse su sanción) que no hubo ni una sola mención del ciclista, ni de la Prensa, ni de los incondicionales de Pinto al famoso solomillo, causa, inicio y a la postre Macguffin de toda esta historia. La estrategia de la defensa (carísima, por cierto) no ha sido la más acertada. Lo del polígrafo es ya para mondarse de risa, no me lo negarán. Lo siento enormemente por el deportista, pero someterse voluntariamente durante cinco horas a los resultados de un aparatejo que calcula si estás diciendo o no la verdad suena a programa de televisión de cotilleo. Dicho lo cual, lo que queda es desearle a Contador mucha suerte y el ánimo suficiente como para recurrir hasta donde le sea posible la sentencia del TAS, una sentencia injusta, desproporcionada, desorbitada. Para empezar, reconoce que condena sin pruebas suficientes, el colmo de los colmos. Es decir, que aplica la mano más dura de las posibles como escarmiento con efectos preventivos. Bien es verdad que la génesis de semejante extravagancia debemos buscarla en el reglamento de la UCI, que obliga a los ciclistas a controlar el origen de todo lo que coman, beban, ingieran o tomen, o sea, que se hagan acompañar de un laboratorio allá donde pongan un pie. Hay una justicia para todos y luego, otra, aislada, para estos deportistas. El TAS se ha autoimpuesto el papel de personaje dedicado a castigar por si las moscas, y parece que lo cumple con bastante soltura. Lo bueno, insisto, es que se puede recurrir a otras instancias. Esperemos que esta vez se haga con tino.