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La Razón
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Dice Rubalcaba que los marroquíes han tenido que comportarse como bárbaros (recordemos: hay un español muerto) porque Al Qaeda estaba en el campamento saharaui. A otro con ese cuento. Los testigos son unánimes: los manifestantes eran «pipiolos» que reclamaban un trato digno y estaban dispuestos a pactar y hablar. Para semejante «enemigo» Rabat envió helicópteros y quemó las tiendas. Veo cierta desproporción, cuanto menos, y un absoluto abajamiento español ante el vecino del sur. La razón es que necesitamos a Marruecos por dos motivos evidentes, inmigración y terrorismo, y tememos como un nublado una nueva marcha verde, esta vez sobre Melilla o Ceuta. El Gobierno ha cebado un enemigo muy peligroso sin pertrecharse frente a él. En la misma situación, el Ejecutivo de Aznar se blindó en una estrecha amistad con los Estados Unidos, de modo que recurrió a los yanquis cuando el moro se alborotó en Perejil. En esta legislatura estamos más solos que la una. Nuestras relaciones con los USA y los socios europeos son muy mejorables. A todos hemos ofendido y ninguneado, a todos hemos dejado solos en el campo de batalla. Nuestros aliados se llaman Venezuela, Bolivia, Cuba, Marruecos e Irán. Aliados extraños, a los que peloteamos y consentimos a cambio de muy poco, y que se permiten todo tipo de desplantes y exigencias, ya sea trato de favor a terroristas como Cubillas, desprecios como los que nos dedican Chávez o Evo Morales o complicidades infamantes como las de estos días en el Sáhara. Me da mucha vergüenza la traición a estos saharauis, que fueron españoles, y mucho miedo nuestra soledad diplomática.