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Y si Grecia sale del euro por Javier Flores

La Razón
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El legado principal de la psiquiatra suizo-estadounidense Elisabeth Kübler-Ross, una de las mayores expertas mundiales en la muerte, es la de haber identificado las cinco fases de la experiencia de dolor del enfermo según va llegando su muerte: negación, ira, negociación, depresión y aceptación; un patrón que en algunos casos ha sido ampliado para describir las etapas que no sólo una persona, sino un grupo, una sociedad, e incluso un país entero debe pasar cuando se encuentra su situación radical, y que puede resultar aplicable al caso de Grecia.

La ilustración macroeconómica que ofrece Grecia al proceso de Kübler-Ross concluye con la idea que debe ser aceptada de la desaparición de un sistema en el que un país demuestra una incapacidad estructural para cobrar efectivamente los impuestos y, en consecuencia, vive crónicamente por encima de sus medios, gracias únicamente a la financiación externa, suministrada hasta la primavera de 2010 principalmente por los acreedores privados y a partir de esa fecha por los préstamos con cargo a los Estados miembros de la Eurozona y el FMI. Los griegos deben aceptar que el sistema que ha permitido a Grecia vivir durante décadas está roto, sin posibilidad de reparación, y que otro tendrá que ser creado. La cuestión que ahora debe responderse es si, con el fin de lograr esto, es preferible para Grecia permanecer en la Eurozona o fuera.

Si además tenemos en cuenta que el problema griego, más que económico o psiquiátrico, es político, el desenlace dependerá de las próximas elecciones, que podrían convertirse en un referéndum a favor o en contra del euro, en cuyo caso de salida de Grecia de la Unión Monetaria, a pesar de que el riesgo de desestabilización financiera se redujo para los acreedores privados por la operación de canje de deuda en marzo y casi todo el mundo ha tenido tiempo para reducir la exposición a Grecia y hacer provisiones, no obstante, todavía existe un riesgo de contagio a otros países, aunque sólo sea en términos de la incertidumbre que se crearía para la Eurozona, lo que sería un golpe político importante que socava los cimientos mismos de la Eurozona y el compromiso irrevocable de la moneda única.

Sin embargo, este «shock», paradójicamente y en caso de materializarse, podría reforzar la cohesión entre otros estados de la UEM y actuar como revulsivo para abrir la puerta a nuevas acciones del BCE y de los socios europeos en apoyo de los que están en posición más frágil, con Italia y España al frente, bajo un discurso de la búsqueda de un equilibrio entre austeridad y crecimiento.

Javier Flores
Responsable del Servicio de Estudios y Análisis de Asinver