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Un trago de venganza

«El vino de la soledad» Irene Némirovsky salamandra221 páginas, 19,95 euros.

«El lector hallará una maravillosa obra sobre los procesos de iniciación en la vida de una joven adinerada de principios de siglo»
«El lector hallará una maravillosa obra sobre los procesos de iniciación en la vida de una joven adinerada de principios de siglo»larazon

Pocas cosas tan embriagantes como el vino que tomamos en soledad o el olor de putrefacción de una época o de una clase social. Del mismo modo que un estómago cansado de alimentos comunes aprecia la carne faisandé, así también la riada de rusos blancos, nobles y príncipes arruinados, comerciantes y banqueros judíos buscaron la meta de un París que estaba a punto de derrumbarse ante la llegada de los nazis. Y es en un doble escenario narrativo (y paralelo a esa realidad histórica que mencionábamos), por un lado la infancia de una niña en una familia rusa enriquecida con la especulación y en la que la madre convive con el marido y con el amante joven; y, por otro lado, su paso a la adolescencia en el exilio de un mundo que se aniquila, el que narró, con una sensibilidad acerada y una penetración psicológica casi freudiana, Némirovsky en «El vino de la soledad». Ella misma, exiliada rusa en París, de temprana inteligencia y sensibilidad, y que inició una brillante carrera literaria que acabó a los treinta nueve años en el campo de Auschwitz.

En la obra el lector seguirá los pensamientos, las sensaciones, el descubrimiento de la sensualidad, el odio, la venganza, la soledad, de la niña de 8 años, Elena, a la que acompañará en Ucrania, San Petersburgo, Finlandia, París... hasta que la edad le permita vengarse de su madre, en cierto modo. Elena, convertida en un nuevo Hamlet, entregada a defender la memoria de un padre traicionado. El lector tendrá aquí una maravillosa novela sobre los procesos de iniciación en la vida y los laberintos del alma de una joven adinerada de principios de siglo. Dirá Elena, a los 12 años: «He crecido, envejecido...», casi como una nueva «Zazie dans le Métro», quizá porque el alma de las Alicias es siempre antigua, como el dolor.