Crítica de cine

Consignas veladas por Sergi Sánchez

La Razón
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Los parecidos razonables entre la carrera de Mo Yan y Zhang Yimou son significativos. Víctimas de los estragos de la Revolución Cultural, los dos sufrieron la censura del régimen comunista en los primeros pasos de su carrera, pero los dos han acabado integrándose en el sistema sin que sus críticas se transformaran en activismo político: Mo Yan ha seguido ejerciendo de Pepito Grillo desde la sombra de sus novelas pero nunca ha salido a la calle a pronunciarse públicamente ni a gritar consignas, y Zhang Yimou se ha convertido en la voz del régimen, en la imagen pública de una potencia con ganas de comerse el mundo. Quizá por eso uno ha ganado el Nobel y el otro dirigió la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de Pekín.
Conviene recordar que «Sorgo rojo» (1988), la ópera prima de Yimou, la que situó al cine chino en el escaparate del cine mundial y la que supuso el lanzamiento internacional de los cineastas de la llamada Quinta Generación, estaba basada en dos novelas de Mo Yan. El formalismo de ese melodrama desaforado, bañado en sangre y amapolas, todo pasión, partía de una literatura que disfruta abriendo en canal la tradición de la sociedad china para mostrar sus vulnerables tripas, denunciando el patriarcado de un sistema feudal que no conseguía anular el espíritu de rebelión femenino.

En las tres adaptaciones al cine de sus obras –a «Sorgo rojo» hay que añadir «Happy Times» (2000), también de Yimou, y «Nuan» (2003), de Huo Yianqi–, el motor del relato es la mujer. En «Happy Times» aparece un marciano sentido del humor que ironizar sobre la importancia de las apariencias –sobre todo si tienen relación con el estatus– con el advenimiento de la sociedad de consumo. El protagonista, un solterón que sueña con casarse, se inventa que es director de un hotel para convencer a una mujer y sus hijas de que es un buen partido. Es el reverso débil, cobarde, de la heroína de «Sorgo rojo», que, en un entorno hostil, consigue reverdecer sus viñedos después de la muerte de su marido.

Sergi Sánchez
Crítico de cine