Ceuta
Melilla y la deslealtad
Lo que ocurre con Melilla es que los socialistas van siempre al compás de Rabat, algo que no escapa a la atención de los melillenses, desde hace años recelosos de la política poco comprometida de Zapatero. Que el PSOE en la ciudad autónoma tenga una representación residual no es casualidad. Los vecinos de la bella Rusadir están cansados de que los gobiernos socialistas miren para otro lado cuando surgen problemas, hartos de que piensen muchos que la incorporación de Melilla a Marruecos es cuestión de tiempo. No se entiende de otra manera que Zapatero callara cuando se fue a visitar a Mohamed VI y admitiera que éste le pusiera delante de las narices un mapa de Marruecos en el que figuraban como territorios suyos no sólo el Sahara, Ceuta, Melilla, las Chafarinas, los peñones y Perejil, sino hasta Canarias. Eso sí que fue deslealtad. El entonces jefe de la oposición se entrevistó con el rey alauita al margen del presidente Aznar, que siempre rechazó las reivindicaciones del vecino país. Algo que irritó sobremanera a Marruecos y que desembocó a la postre en el intento de usurpación de Perejil. ¿Se imaginan cuál sería hoy la reacción de Zeta ante un hecho semejante? Ya sabemos que la importancia de Perejil es nula, pero también que no se puede admitir que alguien decida apropiárselo porque sí. No veo a nuestro intrépido presidente enviando a la Legión al peñasco para echar de allí a los invasores. Él empezaría diciendo que ese islote no vale nada, que en realidad nunca fue español y que se lo queden si quieren.
El problema no era Perejil, sino lo que significaba. Cometimos el error de entregarles el Sahara sin corresponderles, y desde entonces piensan que todo se puede obtener de la misma manera. Cuestión de presión y tiempo. Y de encontrar el momento. Por ejemplo, cuando el Gobierno de Madrid no sea tan firme como lo fue el de Aznar. Es decir, con un Ejecutivo que, como ahora, es incapaz de salir en defensa de una Melilla acosada premeditadamente desde la frontera. Porque no se trata de romper relaciones ni de declarar la guerra. De lo que se trata es de defender a los tuyos y de no esconderse como Moratinos o Aído. Se ha echado en falta la acción del ministro de Exteriores interrumpiendo sus vacaciones y haciendo los movimientos oportunos para resolver el conflicto. Moratinos tuvo en cierta ocasión el lapsus de llamar a Ceuta y Melilla ciudades marroquíes. Aído no llegó a tanto, pese a sus abundantes meteduras de gamba, aunque ha sido clamoroso su silencio de días ante las ofensas a las policías españolas. No es cuestión de romper relaciones. Es cuestión de defender a los nuestros. No tiene sentido que sea el Rey quien se ponga al frente de la diplomacia, cuando tenemos un presidente de Gobierno, tres vicepresidentes y un responsable de Exteriores.
Los ciudadanos de Melilla llevan años desencantados con el PSOE, a la vista de su pasotismo con la ciudad. Van de error en error desde los tiempos de Dudú. Por eso son hoy allí una fuerza minoritaria. No les interesa Melilla porque no creen en ella. No invierten en modernizarla y tienen parados la mayor parte de sus proyectos de infraestructuras. Están más pendientes del «qué dirá Marruecos». Y eso se nota.
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