Nueva York

El poder afrodisiaco

Strauss-Khan, ex director del Fondo Monetario Internacional, era uno de los hombres más poderosos del mundo y favorito para presidir Francia. Pero sus pies de barro eran las mujeres.

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Pasaban unos minutos de las dos de la madrugada del pasado sábado 14 cuando la noticia cruzó el Atlántico. En Francia caía con el efecto de una bomba. La detención de Dominique Strauss-Kahn en Nueva York por agresión sexual tenía en apariencia más de un bulo que de una realidad. Atónitos, responsables del Partido Socialista francés (PS) se intercambiaban sms en mitad de la noche, como atrapados en una pesadilla de la que no despertarían ni al día siguiente. La mañana del domingo fue de resaca para algunos mientras otros muchos se desayunaban con la amarga noticia. Incrédulos la mayoría. No sólo había caído uno de los «amos» del planeta – el puesto de director gerente del FMI, confiere tal poder– sino la gran baza de los socialistas franceses para arrancarle el Elíseo a Sarkozy y romper el maleficio que les ha mantenido apartados de la función suprema desde la marcha de François Mitterrand, en 1995.

Confundidos, sus colegas de partido no acertaban a dar crédito a lo sucedido mientras las cadenas de televisión improvisaban ediciones especiales en las que los más próximos a DSK repetían el mismo mensaje: «No es propio de él. No es la persona, el Dominique, que conocemos». Estupefacta, la líder del PS, MartineAubry, incapaz de imaginar tamaño escenario, será una de las pocas en blandir la frialdad y distancia necesarias para pedir «unidad» ante los hechos supuestamente cometidos por aquél a quien, según los sondeos, era el favorito de la opinión pública en la carrera presidencial de la próxima primavera.

Un gran seductor
«Dominique es un gran seductor, le gustan las mujeres. Nunca lo ha negado. Pero de ahí a la agresión...», exclama incrédulo otro compañero de formación que nunca le ha visto el más mínimo arranque violento en treinta años de política. A sus 62 años, Strauss-Kahn puede presumir de un currículum envidiable. Brillante economista, ex ministro, mandamás de una institución financiera internacional, casado con una célebre periodista francesa y con un patrimonio que hace de él uno de esos envidiados plutócratas.

Semejante derrape se antoja por tanto inconcebible. Inexplicable. Y más en un país donde libertad y puritanismo se entremezclan confusamente, donde los delitos sexuales son condenados y perseguidos, y que DSK conoce bien. A la espera de saber si los hechos relatados son ciertos, algunos especialistas, como el psiquiatra galo Alain Didier Weill, aventuran una explicación: «Un acto fallido». Es decir, una suerte de «acto suicida». «En el momento en que todo el mundo espera de él una declaración (su candidatura a las primarias socialistas de cara a 2012) comete un acto que impide esa declaración», explicaba al diario «Libération».

«Está en un periodo de su vida en que el que todo lo que hace y dice está vigilado, observado, escrutado por los medios… El acto fallido consiste en obedecer a ese estado de vigilancia en torno a él, para acabar perjudicando su propio destino». Aunque tampoco descarta una «patología» en la que otros potentados han caído en el pasado: «La ceguera del poder», que les lleva a creerse inmunes, intocables e inquebrantables.

No es un adicto al sexo
¿Y si su enfermedad fuera la adicción al sexo? «Jamás he tenido en consulta un adicto al sexo que haya cometido una violación. Ni siquiera en la literatura psiquiátrica», sentencia Laurent Karila, especialista del hospital Paul-Brousse de París. «Los agresores sexuales no son adictos sexuales, eso forma parte de las perversiones sexuales. Es otro tipo de enfermedad», recalca el doctor, para quien la seducción patológica sí es un tipo de adicción sexual. «Esos hombres y mujeres son cazadores y cazadoras, buscan un partener y lo que importa no es pasar al acto sino la caza en sí misma».

Conocedores de su fama de «French lover» inmoderado, algunos allegados daban hace unos meses la voz de alarma. Advirtiendo de las consecuencias de su voraz apetito sexual. «Hace un tiempo que pedí que no se desplazara más sin la compañía de dos o tres guardaespaldas. No hay que dejarle solo. No para defenderle de cualquier posible agresión sino –y utilizo las palabras justas, sin querer difamar– para evitar que mi amigo ceda a la complejidad de su vida sexual. Eso si se presentara como candidato a la elección presidencial de 2012», relataba esta semana al rotativo» France-Soir» uno de sus allegados.

De su relación casi enfermiza con el sexo y las mujeres, avisaba un periodista en 2007, sin que su periódico, el progresista «Libération», publicara entonces un artículo en el que Jean Quatremer, corresponsal en Bruselas del diario, daba pistas y que colgó en su blog: «El único y verdadero problema de Strauss-Kahn es su relación con las mujeres. Demasiado insistente, rozando el acoso. Un defecto que todos los medios conocen pero del que nadie habla (en Francia). El FMI es una institución internacional con costumbres anglosajonas. Un mal gesto, una alusión demasiado explícita y es el linchamiento mediático», analizaba premonitoriamente.

¿Un secreto a voces? Una reputación licenciosa, oportuna y consensuadamente silenciada por la Prensa hexagonal suscrita a una especie de «omertà». Tal y como denunciaba esta semana en una tribuna del vespertino «Le Monde», Christophe Deloire, uno de los autores de «SexusPoliticus» (Editorial Alban Michel, 2006). Uno de los pocos libros en hablar sobre el carácter afrodisiaco del poder y en el que un capítulo dedicado a DSK, que revelaba su comportamiento «fuera de toda norma» y evidenciaba «los riesgos desmedidos para un hombre de Estado, su vulnerabilidad» les valió no pocas presiones. Piroska Nagy, la funcionaria húngara del FMI con la que mantuvo en 2008 un idilio extraconyugal que derivó en investigación interna, lo advirtió: «Este hombre tiene un problema que le incapacita para dirigir una organización donde trabaje con mujeres».

Muchos rumores
Las «historias de DSK» eran la comidilla de la profesión periodística. Y un clásico en toda sobremesa mundana. Predominaban los líos de faldas, las infidelidades y una cierta atracción por los clubes de intercambio de parejas, pero también se hablaba del «affaire Banon». El único caso conocido en el que DSK podría haber perdido los papeles. Una entrevista con la periodista TristaneBanon en 2002, que, según relató ella cinco años después en un programa televisivo, acabó en una violenta refriega cuando ella se negó a aceptar los avances sexuales del político galo. Si entonces prefirió omitir su nombre por miedo, y quizá represalias en su entorno –DSK era el padre de su mejor amiga–, ahora, con 31 años, amenaza con ir a los tribunales.

La excesiva pacatería de los medios galos hizo que casi ninguno recogiera entonces la noticia y que pequen de un silencio cómplice. «No podemos dar a los ciudadanos razones para pensar que les mentimos, ni siquiera por omisión», denuncia Deloire, que desde que estalló el escándalo rehúsa las entrevistas. La inculpación oficial de la justicia neoyorkina este jueves por siete cargos (intento de violación, agresión sexual y tentativa de secuestro entre otros) ponen al socialista francés contra las cuerdas. Mientras, en Francia siguen las teorías conspiratorias. El 57% de sus compatriotas así lo creen, aunque no saben a quién atribuir la confabulación. Una «manipulación internacional» que según algunos de sus lugartenientes en París, como el socialista Claude Bartolone, tendría algo que ver con un complot franco-ruso. «En abril tuvimos una conversación en la que me dijo que lo rusos –y Putin en particular– estaban aliados a Francia para sacarle del FMI e impedir así su candidatura presidencial». Un dardo envenado a Sarkozy, principal beneficiado de la caída del «dios Strauss-Kahn», y que, de momento, no ha salido de su mutismo.

El apoyo de su millonaria mujer
Famosa periodista de televisión Anne Sinclair es la tercera esposa de Dominique Strauss-Kahn. También la heredera de la inmensa fortuna del marchante de arte Paul Rosenberg, uno de los más importantes y sagaces galeristas del siglo XX, y que la presentadora no ha dudado nunca en poner al servicio de su marido. Ella ha sido la que ha colocado un millón de dólares en efectivo sobre la mesa para la liberación bajo fianza. Y la que pondrá como aval su casa de cuatro millones de Washington. Ella financió en 2006 parte de la campaña de DSK para las primarias internas socialistas. Además calificó de «aventura de una noche» el devaneo del político galo, y entonces recién nombrado director gerente del FMI, con una economista húngara que era su subordinada. Ahora tampoco ha abandonado a su esposo: «No creo un segundo en las acusaciones contra mi marido. Su inocencia será probada».