Barcelona

Amaya Morera: «La vida es siempre una carrera de obstáculos»

Amaya Morera: «La vida es siempre una carrera de obstáculos»
Amaya Morera: «La vida es siempre una carrera de obstáculos»larazon

–Ya está a la venta su primera novela, «Lazos y corbatas». ¿Cuánto tiempo llevaba con ella entre manos?–Unos tres meses para escribirla, pero recopilando vivencias, seis o siete años.–Usted es historiadora y nunca se había entregado a la novela. ¿Escribe por deporte o por vocación?–Yo creo que por vocación. Me ha gustado escribir desde niña. –Hablando de deporte, ¿hay que estar en buena forma para poder morirse en Madrid?–Hay que estar en una forma es- tupenda para poder morirse, pero sobre todo para sobrevivir al muerto y enfrentarse a unas circunstancias burocráticas para las que no se suele estar preparado. Eso es lo que le pasa a la pro- tagonista de mi novela, que pierde a su padre súbitamente, tiene que remontar ese bache, transmitir esa pérdida a su hija para que la pueda entender y, además, acometer todos los trámites burocráticos que le exige la administración española.–¿Y cuánto ejercicio solidario hay que llevar hecho para ser capaz de donar todos los beneficios de una primera novela a la Fundación Mensajeros de la Paz del Padre Ángel?–Eso es una cosa muy particular de cada uno. No es cuestión de tiempo, sino de enamorarse de un proyecto. Yo he sido voluntaria desde aproximadamente los 17 o 18 años de distintas ONG, tanto con el padre Ángel como con la madre Teresa, pero en un momento determinado pensé que era tan feliz con lo que estaba recibiendo que lo quería compartir con un proyecto muy con- creto, que es una Casa de la Paz en España para niños que en sus países de origen no tienen una asistencia sanitaria como la nuestra. Ese proyecto del Padre Ángel me parece fascinante y cuando terminé la novela me dije que la novela tenía que ir para esos niños.–Esta novela es la primera de una trilogía, «Cosas de la vida». ¿Cree que podrá seguir corriendo entre líneas si no tiene el patrocinador que supone donar todos los beneficios?–No lo sé. Yo creo que cuando cuentas cosas de la vida, el lector se siente reflejado. En todo caso, hay que vender la primera novela... Y esta trilogía es una cosa tan especial que no descarto que todo vaya a la Casa de la Paz.–Historiadora, novelista, mujer y solidaria. Sorpréndame y dígame que le gusta el fútbol...–Pues la verdad es que no mucho. Aunque no me pierdo los grandes partidos. No me perdí la final de la «Champions», estoy al tanto de los que ganan la Liga, vi el partido de la Copa del Rey y, por supuesto, veo todos los de «La Roja», que es mi equipo.–¿Y le gusta algún otro deporte?–La verdad es que sólo hago pilates, porque soy poco deportista, pero me gusta seguir la equitación, sobre todo cuando compite mi cuñada Marta Testor, porque me encanta el salto y ella salta maravillosamente.–¿Por cierto, cree que en el mundo del deporte hay muchos «lazos y corbatas»?–Probablemente faltan lazos, falta que se le dé más importancia al deporte infantil y juvenil, que se le dé más importancia a la cantera.–Lo que hay en su novela, igual que en el deporte, es la voluntad de levantarse por muchas veces que uno se caiga, ¿no?–En mi novela hablo muchísimo de esa necesidad de levantarse. Porque, a lo mejor, los deportistas, además de lesiones físicas, pueden tener también lesiones emocionales como la protagonista de mi novela… Pero todos, sean deportistas o no, tienen que tener el empeño de seguir luchando.–¿La vida, según la pinta en su novela, es una carrera de obstáculos?–La vida siempre es una carrera de obstáculos. Tiene cosas muy buenas, con lo cual tienes una carrera de fondo que parece que te va todo muy bien, pero de pronto llega un obstáculo ante el que no te puedes frenar, debes saltarlo para poder continuar esa carrera de la mejor forma posible.

En primera persona«Nací en Barcelona en 1963. Estoy casada, no tengo hijos, me siento orgullosa de ser española y me arrepiento de vivir tan deprisa. Soy tenaz, rigurosa y pongo el alma en lo que hago. Valoro la prudencia y la humildad, detesto la envidia y el egocentrismo. Perdono casi todo, pero no olvido. Me gustan las rosquillas con café con leche. A una isla me llevaría a mi marido y tengo la manía de llevar lápiz y papel en el bolso. Sueño con volar y que los días se alarguen. De mayor me gustaría ser una viejecita encantadora y si volviera a nacer sería la misma, pero con la experiencia actual».