Barcelona
Un santo por Ernesto Sáenz DE BURUAGA
La diplomacia nos permite ver con normalidad cómo el Papa recibe al presidente del Gobierno y conversan, a la paz de Dios, como se dice por mi tierra, más de lo humano que de lo divino. Dice el presidente que las relaciones con la Iglesia en España pasan por un buen momento. Pues menos mal, es un alivio, porque la verdad es que parecía en los últimos tiempos mas bien lo contrario. Pero con Rodríguez Zapatero nunca se sabe. Hace tan sólo unos días, destacados dirigentes del PSOE cuestionaban la ayuda a la Iglesia; se preguntaban la razón por la que en la declaración de la renta estuviera la casilla de la Iglesia católica. Pero eran falsas alarmas, globos sonda, porque desde la cordialidad se dejaban planteadas cuestiones como la futura Ley de Libertad Religiosa, de la que cabe entender que el presidente no hará motivo de batalla ideológica, sobre todo después de que el primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, le despidiera «como a un Santo después de recibir la bendición apostólica y marcharse en estado de gracia». El Papa, Su Santidad, como se refería a él nuestro presidente, vendrá a España en noviembre. A Santiago y a Barcelona. Viaje de guante blanco. Pero después, y perdida la batalla económica, la única salida del presidente de cara a las elecciones será la ideológica y mucho me temo que la Iglesia es un bocado apetecible, un blanco fácil para hacer demagogia y ahondar en los demonios interiores, con perdón, donde se confunde la política con la fe, que no es ni de derechas, ni de izquierdas.
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