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Las cosas del llover por Lucas HAURIE

La Razón
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La columna dedicada a las primeras lluvias no puede ser un clásico, ay, porque pasan años sin que saquemos los paraguas hasta Semana Santa, cuando los chubascos caen sin llenar los pantanos ni beneficiar a las cosechas, sólo como una admonición divina contra el jolgorio litúrgico de nuestros idólatras capillitas. Dejó contado el maestro Ruano en sus memorias que su artículo anual sobre la castañera lo recuperaba de una Navidad a otra, en un ejercicio «avant la lettre» de copy-paste antes de que existieran esos motores de búsqueda que te desnudan en menos que canta un clic. Éste podría llevar tres temporadas guardado porque un otoño no venía tan metido en agua desde que vino Al Gore a proclamar la madre de todas las sequías. ¡Y cómo se agradece después de este verano de canícula e incendios! Las analogías serían múltiples con expresiones como «llueve sobre mojado» en el comportamiento irresponsable de nuestros gobernantes o, referido a la economía, «nos llega el agua al cuello», pero es mejor tomar la mera literalidad de estos chaparrones que nos dan la vida. Al fin y al cabo, puede que no tardemos en contemplar el regreso de la agricultura de subsistencia como último recurso de los desheredados. Servidor sabe ya de más de dos trabajadores expulsados del mercado laboral dedicados a vender hortalizas para allegar unos euros a la maltrecha economía familiar. Total, que por una vez está lloviendo a gusto de todos.