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El Getafe apaga las alarmas
El Villarreal mantiene en su código genético el gusto por el toque, pero no tiene el ánimo, y puede que ni el fútbol, para que tener la pelota le sirva para imponerse en los partidos y ganarlos. Con los puestos de descenso tan cerca no hay tiempo para romanticismos, y esto lo entendió mejor el Getafe. Los madrileños sudaron el año pasado para salvarse y han interiorizado que su famoso cartel de equipo blando no ayuda en estos duelos en los que los puntos valen el doble.
La posesión le interesó al «Geta» mucho menos que su rival, al que hizo daño a base de latigazos al contragolpe. El resto del tiempo a los madrileños no les incomodaba organizarse detrás del balón hasta que llegase el momento de activar a Miku. Esto no tardó en suceder, porque el Villarreal puso el despertador cinco minutos tarde. El retraso del «submarino» le costó ir a remolque. Se durmió todo el equipo mientras Pedro León conectaba con Abdel Barrada en la derecha. El marroquí encontró a Miku, que tiró de clase para dejar solo a Diego Castro ante el portero. No falló el gallego, el mejor de los suyos, aunque sólo sea por influencia en el resultado. Marcó el primero y tuvo la mayor parte de culpa del segundo, con un sutil toque bajo las piernas de un defensa sin el que nunca Barrada podría haber sentenciado tras la prolongación de Pedro León. El murciano volvió tras su segunda lesión y dio todo lo que le permitieron sus pulmones.
Su actuación no entrará entre sus 300 mejores, pero no desentonó con el ejercicio colectivo azulón. El Villarreal tuvo sus opciones para no irse de vacío, pero le pudo su cara de pena. Valero desperdició un claro penalti y Nilmar hizo el empate gracias a otro mucho más riguroso. Molina arriesgó casi más de lo recomendable con los cambios antes de que el segundo gol visitante golpease la moral amarilla, ya muy dolorida tras la remontada del Zaragoza una semana antes. Las alarmas no dejan de sonar en Villarreal, mientras en Getafe, de momento, se apagan.
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