Ginebra
La historia se repite
El gobierno socialista de Felipe González fue condenado a finales de los ochenta por la ONU a sufragar los tratamientos oftalmológicos de decenas de niños iraníes en la clínica Parraquer que perdieron la vista por el efecto del gas mostaza que Sadam Hussein lanzó a las divisiones acorazadas en Basora donde desembocan los míticos ríos Tigris y Éufrates durante la guerra entre Irán e Irak. Ya demostraba entonces el tirano iraquí que disponía de armas de destrucción masiva, armas que no dudó en emplear contra sus vecinos, de igual forma que lo hizo contra su propia población y los civiles del Kurdistán, donde más de cinco mil personas (mujeres, ancianos y niños) perdieron la vida, víctimas de ese gas letal prohibido por la Convención de Ginebra. Felipe González fue condenado a pagar el gasto de las operaciones en la clínica barcelonesa porque los inspectores de la ONU lograron reconstruir un tapón de plástico endurecido que cerraba la carcasa de las bombas de gas mostaza, tapón que llevaba el sello de «made in Spain», fabricado, vaya coincidencia, en la cuna etarra de Mondragón. Ahora, otros inspectores de la ONU y diversas organizaciones internacionales han denunciado a la España de Zapatero por suministrar bombas de racimo que, otro tirano, llamado Muamar el Gadafi usa contra su propia población. La historia se repite. Nuestros jenuflexos gobernantes que alardean de un pacifismo falso y anti occidental, nutren los polvorines de esos dictadores a cambio de sustanciosos beneficios. Se le llama industria armamentística y alegan en su defensa que si no lo hacen ellos, lo harán otros, como los franceses hacen con los argelinos y nosotros y los americanos con los marroquíes, a quienes suministramos y vendemos buques de guerra con los que bombardean a la población indefensa del Sáhara Occidental. Nuestros gobernantes son doblemente hipócritas. Por un lado, justifican la ayuda a los tiranos más sanguinarios del planeta y, por el otro, aparecen ante el mundo como los más ejemplares pacifistas. Falso del todo, como hemos visto a Zapatero corriendo hacia Túnez días antes de que el dictador saliera del país con el rabo entre las piernas. Lo mismo que apoyamos a Castro, a Chávez, a Fujimori, a Morales o Correa. Que tendencia a ser los mejores aliados de los más impresentables de la Tierra.
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