Ciclismo
Greipel se estrena ante la eliminación de Cavendish
En llano hacia el este. Ninguna dificultad montañosa y dirección al este de Francia para la quinta etapa del Tour, que parece destinada a resolverse, de nuevo, en una llegada masiva para los sprinters. Será la segunda de las tres jornadas planas que desembocarán, el sábado, en la primera cita de la montaña, en la Planche des Belles Filles.
El Tour tiene historias estupendas. La de Maarten Tjallingii, holandés y vegetariano, como si ya ser ciclista no fuera duro. El martes se cayó y se rompió la cadera en el acto. Antes de subirse a la ambulancia que le sacaba de la ronda gala se montó en la bicicleta y cubrió los 60 kilómetros que le quedaban a la etapa. Llegó a la meta partido por la mitad. Pundonor. Los ciclistas están hechos de otra pasta, más dura. Los que como Tjallingii son de los que no saborean el gusto de la carne que son los triunfos de manera asidua, aún más. Tienen que ganarse el pan, las hortalizas, a base de esfuerzo y dedicación máxima. De sacrificios. Y ni aún así salen en la televisión. Ni siquiera cuando llegan a la meta con la cadera partida.
Otros, como Cavendish, carnívoro, sí que centran más focos. En la primera semana del Tour, la de las montoneras en los esprines, él es el centro de atención. También en las caídas, como la que aguardaba a 2.6 kilómetros de la meta de Rouen, la ciudad donde descansa por siempre Jacques Anquetil. Cuando el arcoíris de Cavendish se rasguñaba al caer al suelo, Peta, su mujer, que desde casa lo veía, enloquecía. «Si no tienes la intención de llevar un equipo para cuidar del campeón del mundo, no improvises. Es sólo un hombre». No entiende que el Sky le deje este año solo en la selva de las «volatas» por cuidar de Wiggins.
Mientras Peta se enojaba y «Cav» agonizaba de dolor por el golpe en el hombro, el Lotto, el tren con más vagones de las llegadas rápidas, finiquitaba la de ayer para darle a Andre Greipel el primer triunfo en el Tour.
Y al cuarto día de carrera salió a colación la antipatía deportiva de los franceses con los españoles. De boca de Óscar Freire: «Las críticas que me señalan como culpable de la caída del martes no sé a qué se deben. Quizá a que a los españoles nos tienen manía».
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