Santiago de Compostela
Un paseo espiritual
La Catedral es, por méritos propios, la estrella de Santiago de Compostela. Pero la ciudad es mucho más que una visita al magnífico templo, más ahora, que la primavera invita a salir a la calle. No se preocupe por la lluvia; todo lo contrario, pues las rúas y rincones de la urbe multiplican su encanto bajo un paraguas.
El escenario granítico de Compostela engancha desde el primer minuto. Basta dar unos pasos por el centro, declarado Patrimonio de la Humanidad, para entender por qué. Perderse por este laberinto medieval despierta los sentidos, pues la serena arquitectura porticada contrasta con el ajetreo de la vida cotidiana.
La ruta obligada por la ciudad debe incluir varios altos en el camino, como la plaza de la Universidad o el convento de Santa Clara. Sin alejarnos demasiado nos damos de bruces con la Plaza de Abastos, donde se concentra la actividad del mercado todos los días, excepto los domingos. El paseo por el mercado tiene un triple interés: cultural, gastronómico y arquitectónico, pues en él se mantienen las formas de comercio tradicional, el trato directo y el regateo. Y si al olfatear tan deliciosos aromas entra el apetito, cualquier local de la zona es un buen destino de parada y fonda. Imprescindible llevarse a la boca una ración de pulpo con un vino blanco, Albariño a ser posible.
Entre tanto monumento, Santiago esconde un millón y medio de metros cuadrados de espacios verdes. La Alameda es el gran pulmón de la ciudad, pues bordea la parte histórica de la urbe. Allí nos esperan, entre otros, las dos Marías –entrañables personajes muy queridos por la tuna universitaria– y Rosalía de Castro, la más reconocida poeta gallega del siglo XIX.
El final del trayecto está en la Ciudad de la Cultura, un imponente complejo vanguardista que representa con maestría el Santiago del siglo XXI y aglutina la mayor oferta cultural de la ciudad.
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