Manila

Dos disparos y un solo muerto

Antes de morir de un disparo, Reynaldo Dagsa fotografió a su asesino. La imagen ha dado la vuelta al mundo como la prueba de la violencia sin límites en Filipinas. 

La familia de Reynaldo Dagsa fotografiada al lado del asesino segundos antes de dispararle
La familia de Reynaldo Dagsa fotografiada al lado del asesino segundos antes de dispararlelarazon

Reynaldo Dagsa y Arnel Buenaflor dispararon casi al mismo tiempo. El primero, cayó herido de muerte. El segundo, quedó retratado en una fotografía que podría sentenciarlo a cadena perpetua. Ocurrió en medio de las celebraciones de Nochevieja, en un suburbio de Manila. Confundidas por los petardos y los vítores, y cegadas por el flash de la cámara, la mujer, la hija y la suegra de la víctima no advirtieron los disparos, ni se dieron cuenta de lo que estaba pasando. Hasta que vieron a Reynaldo desplomarse inconsciente. Sólo entonces comprobaron que tenía dos balazos en el cuerpo: uno en el pecho y otro en un antebrazo.

Llegó muerto al hospital. Días después, al revisar las fotos de la «fiesta», la mujer se dio cuenta de que, antes de morir, su marido había conseguido una prueba insólita contra su asesino.

La instantánea ha dado la vuelta al mundo. Y en Filipinas ha sido elevada a la categoría de metáfora. La imagen de la familia de Reynaldo posando frente a su casa, sonriente, mientras a escasos centímetros el verdugo afina el tiro, se presta a muchas lecturas alegóricas. En esta ex colonia española, un lugar donde algunos periodistas acuden a las ruedas de prensa con una pistola al cinto, se convive despreocupadamente con el peor índice de criminalidad del Sudeste Asiático y con un expediente de asesinatos políticos escalofriante. Durante la campaña electoral de 2007, un total de 127 personas fueron asesinadas por motivos relacionados con los comicios. Y el Gobierno las valoró públicamente como un «éxito» por el reducido número de víctimas. No es un asunto totalmente ajeno a la muerte de Reynaldo Dagsa. Él también era político, aunque de rango modesto: concejal de distrito.

De no ser por esa fotografía, fruto de la casualidad, el asesinato del concejal de distrito habría pasado desapercibido. Y es que ajustes de cuentas como el que le costó la vida son realmente frecuentes, no sólo en los suburbios de las grandes ciudades, sino también en las pequeñas provincias, sobre todo en las islas del sur, y particularmente en Mindanao, donde los clanes familiares que dominan los latifundios se enfrentan con verdaderos ejércitos privados.

Pero volvamos a Manila. Según las primeras investigaciones policiales, Reynaldo fue «sentenciado a muerte» por una pequeña asociación criminal que se hacía llamar la «Banda Pasaway» y contra la que el concejal había promovido medidas legales, llegando a testificar en su contra. En declaraciones a la Prensa local, un compañero suyo, Henry Decilio, reveló esta semana que ambos llevaban tiempo intentando encarcelar a los delincuentes. «Hemos estado preparando cargos contra ellos y éramos bien conscientes de que corríamos bastante peligro», dijo.

La Policía del distrito ha arrestado ya a dos sospechosos y busca a otros cinco, incluido el presunto autor del disparo, Arnel Buenaflor, del que tan sólo se sabe que trabajaba como guarda de seguridad. Entre los huidos se encuentra también el muchacho que aparece retratado a la derecha; y quien, al parecer, desempeñó un papel en la organización del homicidio. A pesar de la resonancia mediática del caso, los agentes se enfrentan con los problemas endémicos de la Policía filipina: falta de efectivos y presupuesto, corrupción institucional, incluso dentro del propio cuerpo, así como la ausencia de un programa de protección de testigos.

El propio concejal Dagsa y su colega Decilio formaban parte de un «cuerpo de paz» integrado por civiles que reciben entrenamiento militar durante 10 meses para respaldar a la Policía. Al parecer se lo habían tomado quizá demasiado en serio. «Empezamos a entrar en conflicto con la banda porque nos metimos con ellos. Nos propusimos hacer que los detuvieran a todos», aseguró Decilio en el diario «Phillipines Daily Inquirer». Siempre según su relato, los sicarios de «Pasaway» intentaron matarle a él dos meses antes de eliminar al concejal. «El 31 de octubre vinieron a por mí con una escopeta y una pistola. Me salvé porque me puse a cubierto a tiempo. Y cuando los denuncié, Dagsa fue el principal testigo», dice Decilio, que pretende devolverle el favor a su difunto amigo.


La muerte de un actor

La muerte de Dagsa parece sacada de la imaginación de un guionista, pero lo cierto es que ficción y realidad se han estado mezclando últimamente en las violentas calles de Manila. En noviembre, un guarda de seguridad disparó y mató al acompañante de un motorista enmascarado que circulaba a toda velocidad con algo que parecía un arma. El cadáver que quedó tendido en el suelo resultó ser el de un tal Kirk Abella (en la imagen), un actor que se disponía a escenificar, para una película británica, un asesinato motorizado: una estampa común en las calles de Manila.