Libros

Libros

Saltos de cama

La Razón
La RazónLa Razón

Prometió acabar con la esclerosis de la V República para que la sangre corriera por las venas marmóreas de la anquilosada Francia, y llegó eufórico y poderoso con una catarata de reformas que habría hecho las delicias del mismísimo De Gaulle. Sólo le faltó prometer lo que aquí nos dijo Alfonso Guerra, que al final de su mandato no reconocerá a Francia ni la madre que la parió, pero así se vislumbra el fin. Por cambiar, ha cambiado hasta los saltos de cama, después de que sus predecesores Giscard, Mitterrand o Chirac corretearan con vidas extraconyugales dejando numerosos rastros de oscuros amoríos y lacerantes cuernos. Cuando todos le llorábamos por el abandono de Cecilia, nos irrumpe el ciclón Sarkozy, con una tarjeta inédita en la política: carismático y sin lastre amoroso, bajo los focos, una revolución, seductor en Versalles. Allí donde los reyes pasearon su vigor, él pasea su vigor y su trofeo. Como Kennedy, es joven, guapo, simpático, sentimental y sexópata, pero a diferencia de aquél, el francés no oculta un lío para presentar una conducta marital irreprochable. Kennedy se bebió al mito de Marilyn entre las candilejas del hotel Carlyle de Nueva York y Mitterrand y Clinton empapelaron con papel couché las alcantarillas del poder y la gloria. Pero Sarkozy ha decidido ventilarlo todo, también el dormitorio: en Paris, je t'aime, no en el Hotel Crillon, lujo y glamour, sino en Disneyland para convertir en cenicienta a una top model. La grandeur es lo que tiene, no necesita de adornos y los arrestos de Sarkozy van camino de levantar la VI república. Aunque en osadía, la chica es Terminator: «Nunca pongo moralidad en el sexo, sino en el trabajo», dice ella. Que tome nota Sarkozy porque esta no es Marilyn. Y otro aviso: la Bruni lleva la ideología política pegada a las sábanas, enredadas en el socialismo desde que se encamó con Laurent Fabius. Una pequeña dificultad que Sarko tendrá que sortear como esquivó el desplante que le hizo Cecilia cuando no fue a votarle. ¿Quién dijo que el amor era fácil? En el amor, como en la guerra, todo hueco es trinchera.