Guerra en Siria
«Damasco ya no es seguro para nadie»
El cruce principal de Masnaa, que conecta Damasco con el Líbano, vuelve a ser un hervidero. Miles de familias sirias de los barrios del centro de la capital han decidido abandonar sus hogares y refugiarse en el país vecino por temor a una intervención internacional contra Damasco. Este paso fronterizo permanece abierto desde que el conflicto en Siria estalló en 2011 y es una de las pocas salidas que tienen los residentes de Damasco para cruzar al Líbano. «Han llegado más de 20.000 personas», explica a LA RAZÓN Firas Khaldi, un voluntario que ayuda a los oficiales de la frontera a registrar a los sirios que han llegado estos días de la capital. Los recién llegados se suman a los 712.000 refugiados ya registrados en las oficinas de ACNUR del país. El número es tan elevado que las autoridades libanesas advierten de que ya no pueden absorber a más refugiados. «No se habían visto largas colas en la frontera de Masnaa desde hacía más de un año», insiste Khaldi. Pero, a diferencia de otras ocasiones, muchos de los coches que se veían en la frontera eran de marcas de lujo. «Para los ricos cruzar la frontera ha sido más sencillo», agrega el voluntario. Las familias con recursos, que hasta ahora habían permanecido en la capital, empiezan a temer por la caída del régimen. El centro de Damasco ha permanecido ajeno a la guerra. La actividad comercial, los hoteles y los restaurantes han permanecido en funcionamiento.
Doha es hija de un rico empresario de Damasco. Llegaron hace unos días al acomodado barrio de Ashrafiyeh, en Beirut. «Mi padre teme que los ataques aéreos puedan alcanzar el barrio en el que nació, Al Merjeh (no lejos de la Ciudad Antigua)», indica Doha, antes de agregar que «Damasco ya no es segura para nadie». Su familia es suní, pero como muchos de los sirios de clase alta, no están en contra del régimen.
La mayoría de sirios pudientes que han llegado a la capital libanesa desde que comenzó el conflicto prefieren el barrio de Hamra. Es más cosmopolita,pero la familia de Doha opta por la tranquilidad de Ashrafiyeh. Además, encontrar una vivienda libre en Beirut, en estos momentos, es imposible. Por eso su familia ha decido quedarse en un hotel lujoso, pagan más de 100 euros la noche, a la espera de ver como evolucionan los acontecimientos.
Manaf es ingeniero industrial y está en Beirut desde hace unos meses, vive en el barrio de Hamra. Los últimos en llegar han sido su hermano pequeño y dos hermanas casadas. «Mi padre no ha querido marcharse. Está jubilado y no quiere dejar su chalet en Takiya al Sumaliya. Por eso han venido sólo mis hermanos. Mi madre se ha quedado con mi padre, pero si la situación empeora se vendrán», explica Manaf. «No se que pasará. Es una pena que nuestro país se destruya», añade. «Tengo familia que está viviendo en el Líbano desde hace mucho tiempo y llegado la hora de que me marchara yo», explica con tristeza Munar, dueño de una fábrica textil en Damasco. «Lo que viene va a hacer mucho daño a Damasco, de una manera u otra va a afectarnos a todos, tanto a los opositores como a los hombres de negocios», lamenta este empresario que llegó el miércoles a Beirut.
Rami es el propietario de un negocio de servicios financieros y se ha marchado de Damasco por el momento. Se quedará hasta que «la guerra se resuelva de una manera u otra. Si van a bombardear los aeropuertos militares y los edificios estatales, pueden bombardear lo que quieran», declara con cierto nerviosismo.
Aquellos que no han podido huir de Damasco se han refugiado en barrios alejados de los cuarteles militares. Según informa una fuente rebelde, se están registrando movilizaciones masivas dentro de Damasco. «Un convoy de camiones salió del barrio de Moadhamiyat al Sham, al suroeste de la capital, transportando a familias de simpatizantes del régimen de un barrio residencial ubicado frente a la base militar de la Cuarta División del ejército», explica.
Rashia explica a LA RAZÓN en una entrevista vía Skype que «el régimen está escondiendo a soldados y armas en las escuelas. Es muy peligroso porque los colegios están en barrios residenciales y si los atacan morirán civiles. Los vecinos están muy asustados. Damasco es una ciudad semidesértica. «Han suspendido las líneas de los autobuses y a penas hay coches circulando. Muchas calles y carreteras están cortadas», detalla Rashia.
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