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Carnicería yihadista en un acto por la paz en Turquía
Un doble atentado suicida en Ankara contra una manifestación del partido prokurdo deja 95 muertos y 200 heridos a tres semanas de unas elecciones cruciales
Un doble atentado suicida en Ankara contra una manifestación del partido prokurdo deja 95 muertos y 200 heridos a tres semanas de unas elecciones cruciales
El mayor atentado en más de una década en Turquía es un aviso al Gobierno islamista del Partido Justicia y Desarrollo (AKP) de que sus ambiciones políticas han puesto en peligro la seguridad del país. Precisamente, el brutal atentado de ayer en Ankara, que se saldó con 95 muertos y 200 heridos, al cierre de esta edición, busca desestabilizar la campaña electoral para la celebración de los comicios anticipados a primeros de noviembre. La oposición acusa al presidente, Recep Tayyip Erdogan, de haber obstaculizado la formación de una coalición de gobierno para forzar así unas segundas elecciones, con el objetivo de lograr una amplia mayoría para el AKP.
Dos fuertes explosiones sacudieron ayer una explanada en las inmediaciones de la estación de tren de la capital turca, donde se iba a celebrar un mitin por la paz organizado por el partido pro-kurdo Democrático de los Pueblos (HDP). Imágenes publicadas en las redes sociales de decenas de cuerpos tendidos en el suelo, muchos de ellos mutilados, evidenciaron la terrible magnitud de la masacre. El ataque tuvo lugar a las 10:00, hora local, cuando cientos de simpatizantes de los partidos progresistas, de izquierdas y kurdos se congregaron para empezar una marcha bajo el lema «Por la paz, el trabajo y la democracia». La manifestación, con miles de participantes, también tenía como objetivo denunciar la escalada de la violencia en las regiones kurdas de Turquía.
«La bomba explotó justo detrás de las pancartas. Nos tiramos al suelo. Una segunda explotó un poco después. Con la primera tembló el suelo», dijo un testigo a la agencia turca DHA. En declaraciones a medios turcos, el presidente del sindicato DISK, Kani Beko explicó que, pese a encontrarse lejos del lugar de la explosión «llegaron bolas de metal hasta nuestros pies», supuestamente añadidas al explosivo para reforzar su potencia letal. «Hemos venido con nuestras banderas de paz que han servido para cubrir a los muertos», sollozaba un manifestante. En las imágenes publicadas por los medios turcos y en las tomadas por los propios asistentes se ven decenas de cuerpos tendidos e incluso trozos de extremidades humanas esparcidos sobre el asfalto.
«Nos enfrentamos a una masacre terrible, el balance de víctimas es muy alto», advirtió el copresidente del HDP, Selahattin Demirtas, que acusó duramente a la Policía turca de atacar a los supervivientes con gas lacrimógeno pocos después de las explosiones, con los médicos todavía trabajando. El líder kurdo comparó el atentado de Ankara con la bomba colocada en un mitin de su partido en Diyarbakir, dos días antes de las elecciones del 7 de junio, y con la masacre de Suruç el 20 de julio. En aquel atentado, un joven yihadista turco, probablemente entrenado por el Estado Islámico (EI o Daesh en árabe), se inmoló en una asamblea de activistas de la izquierda prokurda provocando la muerte de 34 personas. Aunque se desconoce quie fue el autor de la masacre de ayer, las autoridades turcas apuntan a que fue obra de dos terroristas suicidas, mientras continúa la investigación para aclarar las causas del ataque.
En un comunicado, el Ministerio del Interior condenó el atentado diciendo que «amenaza la democracia y la paz de Turquía». El primer ministro, Ahmed Davutoglu, convocó una reunión de seguridad de emergencia sobre el ataque. Su oficina informó de que el ministro suspendería sus actos de campaña durante los próximos tres días. Por su parte, el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, condenó el atentado como un «abominable ataque contra la unidad y convivencia», pero agregó que «no se distingue en nada de los actos de terror contra ciudadanos inocentes, funcionarios, policías y soldados», en referencia a los ataques del ilegal Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK). «Estamos en contra de todo tipo de terror y de organización terrorista; debemos estar en contra todos unidos», dijo el presidente turco. «Debemos trabajar todos juntos para esclarecer (los atentados) y creo que los responsables se conocerán lo antes posible y serán entregados a la Justicia», concluyó Erdogan.
No obstante, poco después del atentado la cúpula del PKK anunció que respetará un alto el fuego unilateral hasta la fecha de las elecciones en Turquía.
El comunicado, difundido por la agencia kurda Firat, señaló que sus militantes «suspenderán las acciones previstas» y «evitarán todo movimiento, salvo en defensa propia», para refutar así las acusaciones del Gobierno turco, según las que la guerrilla pone en peligro la seguridad de las votantes. La situación en Turquía se agravó tras el atentado perpetrado el 20 de julio por el Estado Islámico en la frontera con Siria y los asesinatos de policías en las provincias surorientales turcas, de los que el PKK, organización declarada terrorista en Turquía, asumió la responsabilidad. El PKK se tomó la justicia por su mano y comenzó a atacar a miembros de las fuerzas del orden sospechosos de vínculos con los yihadistas.
Desde entonces, Turquía vive sumida en una ola de violencia tras quedar rota en julio la tregua entre el Gobierno y el PKK, considerada organización terrorista tanto por la UE como por Estados Unidos. Cientos de milicianos han muerto en las operaciones y bombardeos del Ejército turco en el sureste del país y en el norte de Irak, mientras que los rebeldes kurdos han matado a decenas de miembros de las fuerzas de seguridad y a algunos civiles en atentados y ataques. Desde Washington no se tardó en condenar el atentado contra una manifestación pacifista. En un comunicado la Administración Obama aseguraba que el ataque «fortalece» la determinación de luchar contra el terrorismo.
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