Afganistán

El avance talibán revive la violencia de los peores años de la guerra en Afganistán

La infiltración del Estado Islámico explica los recientes éxitos militares en el distrito de Helmand

Fuerzas afganas patrullan en la provincia de Helmand, donde murieron 90 de sus efectivos en enfrentamientos con los talibanes durante el fin de semana
Fuerzas afganas patrullan en la provincia de Helmand, donde murieron 90 de sus efectivos en enfrentamientos con los talibanes durante el fin de semanalarazon

La infiltración del Estado Islámico explica los recientes éxitos militares en el distrito de Helmand

La creciente presión terrorista de los talibanes sobre las tropas internacionales se debe, entre otras razones, al incremento de la presencia en su territorio del Estado Islámico. Los talibanes, cuyo líder, tras la muerte del mulá Omar, es el mulá Ajtar Mansur, apoyado por su «lugarteniente», Sirajuddin Haqqani, han visto cómo en el último año el número de deserciones a favor de la banda que manda Abu Bark Al Bagdadi ha aumentado de forma exponencial, entre 1.000 y 2.000.

Es un capítulo más por el control del yihadismo mundial que desarrollan Al Qaeda y el Estado Islámico y que, al menos de momento, y salvo los combates directos habidos en Irak, se libra por el sistema de demostraciones de fuerza contra los enemigos.

A los expertos ya les llamó la atención que Al Bagdadi y los suyos decidieran crear una «wilaayat» para Afganistán, la de Jorasan, que tiene su sede en Pakistán. No parecía tener mucho sentido, ya que no era un territorio en el que tuvieran zonas consolidadas. Sin embargo, el tiempo ha demostrado que el EI se está saliendo con la suya, que ha logrado un gran número de deserciones entre los talibanes y que poco a poco va logrando capacidad operativa.

Los que en principio analizaron lo que ocurría como un un movimiento más de propaganda contra Al Qaeda que como un intento serio de tomar territorio significativo ahora observan con preocupación la progresiva implantación del Estado Islámico en un territorio de tanta importancia estratégica. Se han aprovechado de que ni el Gobierno de Pakistán ni el de Afganistán tienen un control de las regiones fronterizas y no parece que lo vayan a tener a corto plazo, lo que ha permitido que la «wilaayat» pueda cohesionarse y fortalecerse sin temor a la erradicación y la pérdida de una provincia cuya creación había anunciado a bombo y platillo.

De hecho, ocho de las diez «wilaayat extranjeras» (lejos de la zona de combate de Siria e Irak) se encuentran en lugares donde no hay un fuerte control gubernamental ni ninguna expectativa razonable de dicho control. Los dos restantes (wilaayat Haramayn y la Nayd recientemente anunciada en Arabia Saudí, donde hay un fuerte control del Gobierno) son excepciones a esta regla, pero es que es muy importante para el EI ser visto que operacionalmente está activo en el reino.

En una de las publicaciones internas del Daesh se planteaba, en plan pregunta «teológica-filosofal», a quién debían obedecer los talibanes, si al mulá o a Al Bagdadi. La contestación no tiene desperdicio. «El imán puede ser general y se llama califa. La obediencia hacia él es obligatoria para todos los musulmanes. Por lo tanto, cuando el califa es designado, todas las demás promesas de lealtad y liderazgos fuera de ella quedan sin efecto».

A continuación, recordaban un «hadiz» (recomendación) de Mahoma, según el cual, si hay dos jefes, hay que respetar al legítimo y matar al otro. «No cabe duda de que hay un solo califa ahora y es Awwad Shaykh Abu Bakr Ibrahim Ibn al Badri as-Samarrai al Huseini al Qurashi [nombre completo de Al Bagdadi]. Es el imán de la época que cumplió las condiciones estipuladas por la sharía». «Invitamos a las personas de Jorasan a obedecer la orden de Alá y Su Mensajero para unificar la palabra, unirse a las filas y distanciarse de los deseos desviados. Hoy estamos frente a los cruzados de todo el mundo, las fuerzas de la apostasía y sus aliados».

Al menos siete personas murieron, seis de ellas miembros de la OTAN, y otras seis resultaron heridas en un ataque suicida perpetrado ayer contra tropas afganas e internacionales en las cercanías del aeródromo de Bagram, principal base militar de EE UU en Afganistán. Ante la situación de inseguridad que atraviesa el país, la OTAN mantendrá 16.000 soldados en 2016 para adiestrar a las tropas afganas. Por otra parte, la toma de un estratégico distrito por parte de los talibanes ha supuesto un nuevo espaldarazo a su avance en la provincia de Helmand, en el sur de Afganistán, donde al menos la mitad de sus distritos registran choques entre insurgentes y fuerzas afganas.