Moscú
El Gobierno de Yanukovich admite que no controla el país
«¡Viva la revolución europea!», gritaban ayer unas 2.000 personas que bloqueaban la sede del Gobierno ucraniano impidiendo a los funcionarios acceder a su puesto de trabajo.
«¡Viva la revolución europea!», gritaban ayer unas 2.000 personas que bloqueaban la sede del Gobierno ucraniano impidiendo a los funcionarios acceder a su puesto de trabajo. Es la última medida de presión después de que el presidente, Viktor Yanukovich, instigado por Moscú, congelara el 21 de noviembre el Acuerdo de Asociación negociado con la Unión Europea. Además de la Plaza de la Independencia, los manifestantes mantienen ocupado el ayuntamiento de Kiev, aunque en este caso sí dejan trabajar a los funcionarios locales.
El objetivo de la oposición es sitiar las principales instituciones políticas y evitar que un altercado proporcione a las autoridades la excusa perfecta para decretar el estado de emergencia. El Gobierno negó que ése vaya a ser su plan, tras los cerca de 200 heridos que dejaron la noche del domingo los choques entre policías y manifestantes, incluidos un cámara de la cadena Euronews y dos fotógrafos de la agencia France Presse. Horas antes, casi medio millón de personas –150.000 según el Ejecutivo– protagonizaron en Kiev la marcha más importante desde la Revolución Naranja de 2004. Entonces, como hoy, el blanco de las iras de los manifestantes es el prorruso Yanukovich. En declaraciones a Radio Nacional, Gerardo Bugallo, embajador de España en Ucrania, cuenta que «en las manifestaciones ha participado más gente de la que estuvo en la Revolución Naranja, aunque entonces fueron meses de protestas».
«No cejaremos en nuestras demandas hasta que dimitan», asegura Alexandr Turchinov, dirigente del partido opositor Batkivschina, que lidera la ex primera ministra Yulia Timoshenko, actualmente en prisión. «El Gobierno debe estar al servicio del pueblo, no golpeando», asegura un manifestante a la Prensa. A su lado, una mujer explica que «estamos aquí porque no queremos que se repita un baño de sangre. Queremos libertad y democracia, y también entrar en la UE».
Desbordado por la situación, el Gobierno habla abiertamente de una situación «descontrolada». El primer ministro, Nicolai Azarov, denuncia que «el Ejecutivo tiene información de que se está preparando el asalto al edificio del Parlamento», donde hoy la oposición en bloque ha presentado una moción de censura, informa Efe. «Ahora la situación ha cambiado. Por un lado, no les quitamos la responsabilidad a las Fuerzas de Seguridad, pero por otro, los políticos que se han sumado a estas acciones han radicalizado la situación», aseguró Azarov. La mano derecha del presidente ucraniano no se anduvo por las ramas y acusó a la oposición de planear un golpe de Estado. «Estas fuerzas políticas tienen la ilusión de que se puede revertir el orden establecido. Esto tiene todos los signos de un golpe de Estado, lo que es muy grave. Nosotros mostramos paciencia, pero quisiéramos que nuestros socios no sintieran que hay permisividad».
Más cauto que su jefe de Gobierno, Yanukovich, que mantiene su viaje oficial a China previsto para hoy, trató ayer de rebajar la tensión social. En un gesto para calmar a la oposición destituyó al jefe de Policía de Kiev, Valeri Koriak, y anunció su disposición a abrir una investigación sobre los abusos cometidos por las fuerzas del orden contra los manifestantes. En una entrevista con la televisión oficial, el presidente hizo un llamamiento para que se respete la Ley: «Cuando estamos diciendo que estamos construyendo un Estado democrático, una sociedad democrática, es importante que todos los miembros de la sociedad observen las leyes». «No importa si son representantes del Gobierno, agentes de los cuerpos de seguridad o participantes en estas manifestaciones. Todos deben observar las leyes de nuestro país», advirtió Yanukovich.
Mientras, el líder ruso, Vladimir Putin, volvió a posicionarse del lado del presidente ucraniano, al que, según el semanario «Der Spiegel», persuadió en una reunión secreta el 9 de noviembre en una base militar de las afueras de Moscú para que diera la espalda a Europa y se sumara a la unión aduanera promovida por Moscú. Para el líder del Kremlin, «las protestas de Ucrania recuerdan más a un progromo que a una revolución». «Tienen poco que ver con las relaciones entre Ucrania y la UE», sino que obedecen a intereses de quienes «quieren agitar los procesos políticos internos» para influir en las elecciones presidenciales de 2015. Desde Armenia, donde se encuentra de visita oficial, Putin quiso recordar a la UE que no piensa renunciar a su tradicional área de influencia. «Rusia no piensa marcharse de aquí. Por el contrario, queremos fortalecer nuestras posiciones en el Cáucaso, apoyándonos en todo lo mejor que heredamos de nuestros antepasados, en las relaciones especiales que mantenemos con los países de la región, incluida Armenia», aseguró en un foro bilateral en Gyumri. Cientos de manifestantes le recibieron en la capital, Ereván, con una manifestación a favor de un acercamiento a Europa y en la que se podían leer pancartas de «No a la URSS».
Washington, en cambio, criticó duramente el trato a los manifestantes. «La violencia ejercida por las autoridades contra manifestantes pacíficos el sábado por la mañana fue inaceptable», aseguró el portavoz de la Casa Blanca.
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