Acoso sexual
El libertino submundo de Westminster
El escándalo sexual de Reino Unido destapa la cara oculta del Parlamento, hasta ahora, más respetado del mundo, donde los excesos, el alcohol y los abusos se han escondido en pasillos, despachos y salones de té
El escándalo sexual de Reino Unido destapa la cara oculta del Parlamento, hasta ahora, más respetado del mundo, donde los excesos, el alcohol y los abusos se han escondido en pasillos, despachos y salones de té
Desde William Pitt hasta Winston Churchill. Durante sus nueve siglos de historia, son muchos los primeros ministros que han pasado por el Palacio de Westminster, contribuyendo a su reputación como uno de los parlamentos más respetados del mundo. Pero los pilares de la democracia más antigua de Europa se han visto ahora amenazados por un bochornoso escándalo sexual que no solo ha desestabilizado al Gobierno, sino que ha puesto en el punto de mira a todas las formaciones políticas. «¡Dios, cómo amo esos pechos», «Ven y siente la longitud de mi pene», «Tenemos reunión tetitas de azúcar»... Estas son algunas de las frases que periodistas y secretarias han tenido que escuchar en su jornada laboral. Lo que pasa en Westminster, ¿se debe quedar en Westminster?
El escándalo del productor de Hollywood, Harvey Weinstein, dio inicio a la campaña en redes #Metoo (Yo también), donde mujeres de todo el mundo comenzaron a denunciar y compartir los casos de abusos y violaciones que habían sufrido en su lugar de trabajo. La campaña llegó la semana pasada hasta el Parlamento Europeo, donde una docena de víctimas relataban sus experiencias. En el Parlamento británico, sin embargo, los casos se podrían contar por centenas, tal y como advierte la laborista Tulip Siddiq. «Esto va más allá de rumores, alarmismo o como quieran llamarlo. Estoy escuchando de primera mano tanto a gente que dice que ha sufrido acoso sexual como a personas que se han visto en situaciones en las que un diputado lo ha intentado con ellas. Si se investiga esto en profundidad, creo que probablemente estaríamos ante centenares», afirma.
El Partido Conservador de la ya de por sí debilitada Theresa May es el que se ha visto más afectado por la lista que circula estos días en los periódicos con detalles de hasta 40 «tories» –entre ellos siete miembros del actual gabinete– que en los últimos años han llevado a cabo comportamientos inadecuados. Sir Michael Fallon, de 65 años, ha sido el primero en dimitir como ministro de Defensa, pero otros dos «tories» se encuentran bajo investigación parlamentaria, entre ellos, Damien Green, viceprimer ministro y mano derecha de May. Ayer, el conservador Charlie Elphicke, parlamentario fue suspendido por el partido después de que las «graves acusaciones» sobre él. Por su parte, Fallon presentó su renuncia el miércoles tras admitir haber puesto una mano sobre la rodilla de la periodista Julia Hartley-Brewer, de 49 años, durante una cena en 2002. Hay sospechas de que el episodio tan sólo pudiera ser la punta del iceberg. En este sentido, cuando la BBC preguntó al «tory» si temía que pudiera salir más cosas a la luz, éste contestó: «La cultura ha cambiado a lo largo de los años y lo que podría haber sido aceptable hace 10 o 15 años claramente no es aceptable ahora». La cuestión es: ¿qué es lo que se consideraba aceptable?
«Estamos hablando de microagresiones sexuales», denuncia la laborista Diane Abbot. «La cultura permisiva que existe es incluso peor que hace treinta años, cuando fui elegida por primera vez diputada. Las razones son varias: la mayoría masculina, las largas horas, el consumo de alcohol y la cultura de lo que pasa en Westminster se queda en Westminster», matiza.
El bautizado ahora como «Pestminster» (De peste) funciona como una mini ciudad en sí. Aparte de sus espléndidas salas de té y sus laberínticos pasillos con retratos de primeros ministros –que pueden inspirar e intimidar en igual medida–, cuenta con su propia oficina de correos, peluquería, gimnasio, restaurantes y bares. En definitiva, hay pocas razones para tener que salir y la gran mayoría de sus trabajadores pasan allí los días e incluso las noches, bajo presión de largas jornadas laborales.
La cuestión es que, según las denuncias que han salido en la última semana, el Parlamento también es un lugar donde las carreras de investigadores, secretarias, asistentes o periodistas pueden ser decididas por el miembro del parlamento o ministro para el que trabajan, y, en este sentido, existe cierto temor por el futuro laboral si se rechazan o se revelan según que proposiciones. Jo Tanner, fundadora de InHouse Communications –agencia de comunicación que trabaja con las campañas tanto de laboristas como de conservadores– asegura que una noche en Strangers –el bar más frecuentado por diputados– se sintió muy mal y al acudir al hospital, el médico le comunicó que había sido drogada por la típica sustancia que se utiliza para violaciones.
Lisa Nandy, diputada laborista de Wigan, asegura que ya en 2014 pidió tres veces a May –cuando ésta era ministra del Interior– que actuara ante los casos donde los responsables de disciplina de partido estaban usando informaciones de supuestos abusos para controlar a los parlamentarios en lugar de resolver el problema. En este sentido, surge una pregunta clave: ¿era conocedor Gavin Williamson de alguna información embarazosa de sus compañeros? Hasta ahora, el «tory» había sido «whip» del Partido Conservador, un puesto extremadamente importante en los últimos meses teniendo en cuenta que May perdió la mayoría absoluta en las generales de junio. Pero a sus 41 años se ha convertido en el nuevo ministro de Defensa, a pesar de no contar con experiencia previa en ninguna cartera. Su nombramiento ha dividido aún más a las filas conservadoras y son muchos los que hacen ya paralelismos con la serie House of Cards.
Pero la polémica no sólo golpea al Partido Conservador. Al menos cuatro parlamentarios laboristas también han sido acusados de acosar a mujeres jóvenes. Así mismo, el Partido Nacionalista Escocés (SNP) está investigando también las denuncias contra dos miembros del partido.
May se reunirá el lunes con los líderes de todas las formaciones y ha propuesto crear un código de conducta y un organismo independiente para que no sean los partidos los que tramitan las quejas. Pero muchos consideran que eso no es suficiente para capear la ya bautizada como la peor crisis de la historia de Westminster, mucho más sangrienta que la de los gastos de sus señorías de 2009, que provocó la dimisión del responsable de la Cámara de los Comunes por primera vez en 300 años.
✕
Accede a tu cuenta para comentar