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El monstruo de la deuda

La Razón
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La implantación de la reforma sanitaria «Obamacare» y el posterior «apagón» público por falta de fondos han acaparado la atención de millones de estadounidenses. Por desgracia, ambas cuestiones son irrelevantes en comparación con la que es la batalla del techo de la deuda. La mayoría de los estadounidenses sí que saben que el país debe 16,7 billones de dólares, pero muchos menos entienden las implicaciones de una deuda así. De hecho, muy pocos llegan a saber por lo menos cuál es el país que avala la mayoría de su deuda. La mayoría piensa que es China o Japón, pero no podría estar más equivocada. El mayor garante de la deuda estadounidense son los Estados Unidos de América, por cortesía de la Reserva Federal.

Las compras colosales de títulos de la deuda pública por parte de la Reserva siguiendo los dictados de la economía keynesiana se llaman «flexibilización cuantitativa». La medida consiste en gastarse 85.000 millones de dólares al mes, sin parar. ¿De dónde saca la Reserva el dinero para adquirir estos valores? Ella «lo pone en circulación» al comprarlos. Es decir, la Reserva carga lo que debe a una tarjeta de crédito utilizando otra tarjeta de crédito. Durante la Administración Obama se ha elevado la deuda nacional en 6 billones de dólares. La flexibilización cuantitativa también ha devaluado la divisa, puesto que poner más divisa en circulación hace que cada vez el papel valga menos.

La Reserva ha acompañado esta idea con su política de tipos cero, convencida hasta la médula de que ambos programas van a «estimular» la economía, porque pedir dinero prestado es casi gratis y ese dinero nuevo se invertirá en algún lado. Ese «algún lado» ha sido la Bolsa. El gobernador de la Reserva, Ben Bernanke, piensa que inyectar dinero a mansalva en el mercado va a producir el efecto «de goteo», consistente en que los estadounidenses que se sienten ricos fruto de sus inversiones en Bolsa van a gastar dinero y crearán puestos de trabajo.

Toda esta poítica ha engendrado una deuda nacional monstruosa, alimentada por déficits anuales récord en billones de dólares para financiarla. Y a pesar de la fortaleza monetaria de la Reserva, ni siquiera se pueden reunir los fondos necesarios para sostenerla. Así que se suben los impuestos y se pide prestado a otros países. En el miembro tributario de la ecuación, los que tributan cargan con el grueso del peso. En los 11 primeros meses de 2013, el fisco ingresó un récord de 2,47 billones de dólares. Pero no sólo el Gobierno gasta eso en ese período, gasta 755.000 millones más. De manera que se eleva constantemente la deuda nacional y se supera el techo de la deuda. Y cuando se alcanza la nueva cota de gasto, se siguen pagando intereses de la deuda acumulada. En 2012, los intereses de esa deuda alcanzaron los 360.000 millones de dólares. El tipo medio que pagó el Tesoro a cuenta de la deuda pública norteamericana durante los 20 últimos años fue del 5,7%. Los estadounidenses tolerarían un 7% de cada dólar en concepto de intereses, pero ¿tolerarán el 20%, el 30% o más? Se acabaría la seguridad social, el «Medicaid» de los ancianos, el «Medicare» de los pobres, la Sanidad del Ejército y todos los demás programas públicos.Todo se iría al pago de la deuda.

¿Entonces, qué hacemos? Hay un político que expresó vivamente en 2006 las consecuencias de subir constantemente los límites de endeudamiento: «El hecho de estar debatiendo la subida del techo de la deuda es un ejemplo de fracaso de liderazgo. Es una señal de que el Gobierno de EE UU no puede pagar sus facturas, de que dependemos de la ayuda de países extranjeros para financiar las irresponsables políticas fiscales... Washington desplaza el peso de las malas decisiones a la espalda de nuestros hijos y nietos. Tengo intención por tanto de oponerme a la iniciativa de subir el techo de deuda». Ese político era Barack Obama. ¿Y qué dice Obama en 2013?: «Subir el techo de la deuda, que se ha hecho más de cien veces, no eleva nuestra deuda; no promueve de alguna forma el despilfarro».

De ahí que los «dementes» republicanos exijan concesiones a cambio de elevar el techo de deuda. Esas concesiones incluyen aplazar un año una reforma sanitaria enormemente cara, la reforma del régimen fiscal, el incremento de la prospección en busca de recursos energéticos. Debido a unos niveles sin precedentes de gasto público, el crédito de Estados Unidos pende de un hilo. Los políticos mienten. Las matemáticas, no.

*Presidente de la Fundación Montgomery Hart de Estudios Bereberes y Magrebíes, en Rabat. Preguntas elaboradas por Ángel Nieto.