República de Macedonia
El negocio de la desesperación: tres plátanos a cinco euros
Desde Macedonia. Vendedores ambulantes tratan de sacar tajada (junto con las mafias) de los inmigrantes que aguardan para cruzar la frontera
Un enchufe para cargar el móvil: 2 euros. Tres plátanos: 5 euros. Un pedazo de hojaldre: 2 euros. Esos son los precios en la frontera entre Grecia y Macedonia, donde centenares de inmigrantes aguardan para cruzar a diario. Es el negocio de la desesperación, más allá de las mafias que cobran miles de euros por pasar de un país al otro dentro de un camión o amontonarse en una lancha hinchable.
En el campamento improvisado de Idomeni, en medio de la nada en el lado griego, llegan furgonetas con kilos de pan que se acaban en pocos minutos. Algunos incluso plantan un puesto de comida rápida, como si de una feria se tratase. En el lado macedonia, la estación de Gevgelija se convierte en un mercadillo. «Cigarrete, móvil, sándwich», gritan varios vendedores a mano alzada. Son los tenderos de la pequeña localidad que hacen su particular agosto. Las decenas de familias que allí esperan, algunas con niños pequeños, después de días sin comer y con la necesidad de cargar su móvil, por ejemplo para ver su ruta, no tienen más remedio que pagar. Lawand Jarrah asegura que pagó hasta 1.500 euros por cruzar por mar desde Turquía hasta Grecia. Pese a pertenecer a la clase media, como muchos de los sirios que no han tenido otra opción que escapar de la guerra, este joven dentista sufre por si tendrá suficiente dinero para llegar a Alemania, su destino final.
Otro sirio, Waled Haouri, vino con su familia y explica que se ha pasado dos meses en Grecia, «demasiado tiempo», esperando en la isla de Kos y luego en Atenas. La ineficacia en la gestión del Gobierno heleno y la falta de ayuda por parte de la Unión Europea (UE) han convertido las islas del mar Egeo y la capital en cárceles para los recién llegados. Entre enero y julio alcanzaron la costa griega unas 124.000 personas, hasta siete veces más que en el mismo período del año anterior. Como admitió la viceministra de Políticas Migratoria, Tasia Christodoulopoulou, el ejecutivo heleno «ha fracasado a la hora de anticipar» el enorme aumento de entradas. Sólo en julio se registraron 50.000 más que en el mes anterior, y se calcula que en las primeras semanas de agosto están llegando unos 2.000 inmigrantes al día.
Una vez a las puertas de Macedonia, la situación se torna más dramática, sobre todo por la violencia empleada por las fuerzas de seguridad de ese país, denunciada por Naciones Unidas. «La Policía griega no es nada comparada con esto», afirma Waled, quien cuenta que «los agente se reían» de las personas acampadas detrás del alambre. Según uno de los responsables de Médicos Sin Fronteras (MSF), Dk Shahreyar, «las condiciones en ese campo son terroríficas y las personas en ese lugar, entre otros recién nacidos, comienzan a padecer problemas de salud que se pueden agravar en los próximos días».
Sin embargo, las aglomeraciones en esa frontera y los disturbios con la Policía duraron una semana. El Gobierno macedonio, respaldado por organizaciones internacionales, ha construido un campo de refugiados improvisado que funciona como centro de acogida. A escasos metros del paso fronterizo, ya en territorio macedonio, los inmigrantes son registrados y cogen en ese mismo punto un tren hasta la frontera con Serbia. Una reacción más rápida que la de otros países europeos.
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