Relación España/Venezuela
El preso político más libre del mundo
Leopoldo López se aferra desde la cárcel a la esperanza de que su sacrificio servirá para «reconquistar la democracia en Venezuela»
Leopoldo López se aferra desde la cárcel a la esperanza de que su sacrificio servirá para «reconquistar la democracia en Venezuela»
Leopoldo López se despierta a las cinco de la mañana, hace la cama, se lava la cara y toma un café. Después dedica unos minutos a la oración y a limpiar la celda. Detrás de los barrotes de la prisión militar de Ramo Verde, a las afueras de Caracas, el preso político más conocido de América Latina escucha el trinar de los pájaros, los silbatos de los guardias y el silencio. «El reto está en que no nos aplaste el tiempo con su lentitud y con los minutos que parecen horas», ha escrito Leopoldo en sus notas.
Su rutina carcelaria no da para mucho más. En una celda de dos metros por dos su gran enemigo se llama Leopoldo López. Desde hace dos años –el tiempo que lleva entre rejas–, pelea para mantener la dignidad y la voluntad de ser útil a su país. No puede flaquear más de la cuenta y, en ningún caso, derrumbarse, porque si lo hace habrá caído un mito de la disidencia, y la lucha de millones de venezolanos que quieren otro Gobierno y un país muy distinto al que les prometió Chávez quedará debilitada.
«No sólo debes sacarle la sangre, más importante es arrancarles la esperanza». Esta frase extraída de la película «118 días», sobre la vida de un preso político en Irán, es recordada a menudo por Leopoldo en sus horas muertas. «Quieren quitarnos la motivación de pensar en cómo será el país cuando las cosas cambien, arrancar de raíz el motor que nos mueve, que es precisamente esa esperanza», escribe el político, «para reconquistar la democracia en Venezuela».
Leopoldo López es una vieja obsesión del chavismo. El carisma del joven opositor y los votos que ganó tras cada elección suscitaron inquietud entre las autoridades venezolanas desde hace al menos quince años. Leopoldo venía de ganar dos elecciones en el municipio de Chacao, el barrio acomodado de la capital. En 2008 preparaba su candidatura para la alcaldía de Caracas, hasta que fue «decapitado» políticamente. Las autoridades le inhabilitaron para ocupar cargos públicos.
En febrero de 2014, con las protestas espontáneas de estudiantes en la ciudad de San Cristóbal, en el estado de Táchira, hartos de la inseguridad ciudadana y espoleados por la violación sufrida por una alumna, los dirigentes opositores se sumaron a las manifestaciones para exigir la caída de Maduro. El 6 de febrero murieron dos personas en una manifestación y prendió la llama del descontento en las calles. Las autoridades culparon a Leopoldo de homicidio involuntario y de provocar varios incendios.
En esos días de ilusión y de miedo, veinte hombres armados irrumpieron en su casa de Caracas para detenerlo. Pero Leopoldo se hallaba escondido en algún lugar de la ciudad. Diosdado Cabello, uno de los hombres fuertes del régimen, ofreció entonces a la familia «libertad a cambio de exilio». Leopoldo dijo que no. «Yo no me voy de mi país». A los cinco días de clandestinidad se entregó a la Policía y el mismísimo Cabello se encargó de conducirlo a la cárcel. En septiembre de 2015 fue condenado a catorce años años de prisión.
Su vida en el presidio consiste en limpiar la celda, leer, cocinar, pintar y tocar el cuatro, la guitarra venezolana. Con su vecino de celda, un funcionario de Inteligencia, practica algunos minutos de boxeo por las mañanas. Lee con frecuencia la Biblia y otros libros que caen en sus manos, como «El hombre que amaba a los perros», del escritor cubano Leonardo Padura. También ha conversado en algunas ocasiones con militares presos. En las horas muertas observa el mural con dibujos que le pintó su hija Manuela y mira el mapa de Venezuela colgado en una pared, para recorrer una vez más mentalmente los pueblos y ciudades del país. «Una de las fuerzas que me anima es la seguridad de que volveré a recorrerlos uno a uno, a convocar a nuestro pueblo a construir una Venezuela libre, nueva, sin exclusiones, con todos los derechos para todos los venezolanos».
También se ha aficionado a escribir, aunque en más de una ocasión las autoridades le han requisado los manuscritos. «Ejercitar la creatividad, la imaginación, es un ejercicio de libertad que reafirma la libertad del alma, del espíritu, a pesar de estar preso», dice el líder opositor. Sorteando un cúmulo de adversidades, logró sacar de la cárcel muchas reflexiones que vieron la luz en forma de libro hace tres meses, en el que escribe: «Nuestro sentido de la dignidad y la vocación de ser libres, aun en el más perverso régimen carcelario, nos ha traído por una parte más castigo y aislamiento, pero, por otra, nos ha dado un mayor sentido de libertad». Palabra de Leopoldo.
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