Política

Terremoto en Nepal

El silencio tras el llanto de Nepal

Reunido con la cónsul honoraria
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Se podría decir que en Katmandú, la capital del Nepal, nadie tiene casa. Tras dos terremotos en apenas 15 días, la mayoría de las casas se han convertido en ruinas. Las que aún conservan más o menos su silueta ante el fondo impresionante -y en estos días más amenazante que nunca- del Himalaya, han sido abandonadas por sus moradores porque no son seguras. Creen que se caerán en ese próximo terremoto que la gente espera tanto como teme. También las escuelas están vacías porque pueden venirse abajo con todos los niños dentro. A la puerta de una de ellas encontramos a un maestro, hoy centinela de una ruina que hasta hace unos días albergaba cantos, risas y carreras infantiles. Esta gente necesita ayuda, mucha ayuda, ayuda continuada, que no la pare el olvido o el acomodo, pienso conmovido.

Nos piden agua potable, repelentes para mosquitos. Hoy no llueve, pero pronto llegará el monzón, y las calles, las casas y las gentes no están

preparadas para recibirlo. Los que han sobrevivido al terremoto temen ahora al tifus, a la malaria, al hambre.

La de hoy es una mañana de sol y silencio en Nepal, tal vez la calma tras la tempestad; el callar tras el llanto. Los habitantes de la ciudadd eambulan por las calles más anchas, se reúnen en las plazas donde llevan más de dos semanas durmiendo al raso. Algunos de los que lo han

perdido todo solo llevan un teléfono móvil en la mano que miran a cada minuto, no porque sea lo único que les quede, sino porque entiendo que

es el último nexo que les une a los que les quedan, a sus seres queridos, de los que cuando hay cobertura -que no siempre- esperan recibir una llamada; saber, o hacer saber, que están bien, que estánvivos. Noto mi móvil en el bolsillo, y entre las ruinas, me pongo a mandar mensajes a los amigos y colaboradores de España. “Me atrevo a compartir este dolor. ¡Qué duro es ver sufrir a tantos niños y mayores sin nada!”, les digo en un SMS y les invito a mandar a ellos otros que pueden salvar vidas, dar el calor de una manta, o convertirse en alimentos.

Luego continúo las visitas y la distribución de ayuda. Ya hemos dejado varias cajas con kits de curas y material médico en la Cruz Roja, y 20 tiendas de campaña en la parroquia de la Asunción, una de las pocas católicas del país. Allí ante la Virgen, también yo he llorado, y rezado, recordando en un responso a todos los muertos, a los nepalíes y a los extranjeros, y muy especialmente a los montañeros asturianos que

ahora descansan en algún lugar al pie de esa cordillera que tanto amaron. En todos sitios vemos dolor, y desolación. También muertos.

Muchos de los que se fueron bajo las piedras o cascotes, han dejado a sus hijos. Visito un orfanato que acoge, casi a la intemperie, a 95 niños. 25 de ellos lo son a causa del terremoto. No puedo devolverles las caricias de sus madres, pero a través de Mensajeros de la Paz les llevo el cariño y la solidaridad de España en forma de material de primera necesidad, mantas, ropa, algunos útiles escolares, para que jueguen y dibujen mientras olvidan por un momento el drama que sus pequeños ojos acaban de contemplar. La semana próxima les llegarán 1.500 Kg de alimentos. Aunque eso ellos no lo saben, sus ojos me miran y me sonríen. Yo les acaricio. Recuerdo en esos momentos al Papa Francisco que nos pide, que nos manda, abrazar, besar. El idioma pone sus barreras, pero en nuestras miradas y gestos están todas esas palabras que las superan. Hablo de las que yo les traigo: solidaridad, compasión, afecto. Hablo de las que ellos me dan: agradecimiento, esperanza, futuro.

Cada hora que paso aquí se hace más grande la admiración que siento hacia estas personas que, aunque llenas de polvo, y seguramente que con mucha hambre, se me acercan con gran dignidad juntando las manos, como cuando nosotros oramos, e inclinan su cuerpo hacia adelante en una especie de reverencia preciosa y sencilla, respetuosa y fraterna a la vez. Es su forma de saludar, de dar la bienvenida, de dar las gracias. Todo lo resumen en una palabra: Namasté: dicen ellos. Namasté, solidaridad: digo yo.

Formas de Ayudar

- SMS Solidario, envía: AYUDA NEPAL al 28077 (coste 1,20 Euros)

(destinado íntegramente a Mensajeros de la Paz para Nepal)

- Donaciones c/c BCO. SANTANDER, IBAN ES21-0049-5104-11-2016063667

- Más info y donaciones a través de la Web: www.fundacionmensajerosdelapaz.com