El símbolo de la represión chavista

El presidente Nicolás Maduro ha cometido un grave error en el que seguramente no habría caído el fallecido Hugo Chávez: convertir a un líder opositor en mártir. Ayer, como había prometido, el dirigente de la oposición venezolana Leopoldo López caminó voluntariamente hacia una tanqueta de las Fuerzas de Seguridad que cercaban la concentración antichavista. En segundos, una decena de agentes lo agarraron violentamente mientras los manifestantes intentaban animarle con sus gritos. Lo trasladaron a la sede del Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional en un helicóptero. Después viajó junto al presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello, a una cárcel sin determinar. Voluntad Popular, el partido de López, aseguró que se dirigían a la cárcel militar de Ramoverde. En la manifestación de Caracas, López superó el cordón de la Guardia Nacional acompañado de periodistas y de un pequeño grupo de fieles –entre ellos la opositora María Corina Machado– hasta encaramarse en la estatua del libertador José Martí de la caraqueña plaza de Chacaíto. Allí, arropado con la bandera venezolana y ataviado con una camisa blanca y un crucifijo en el cuello, agarró un altavoz para decir sus últimas palabras. Indicó que una de las opciones que tenía antes de entregarse era irse del país, pero «no me voy a ir de Venezuela nunca», aseguró. La otra opción era quedarse en la clandestinidad, lo que rechazó porque «podía dejar la duda en algunos que están aquí, de que nosotros teníamos algo que esconder». Evita pasar al olvido como Manuel Rosales, antiguo rival de Chávez, que continúa exiliado en Lima. Asimismo, añadió que no quería dar el paso de entregarse sin dejar claro el porqué de su lucha: «Esta lucha sí es por nuestros jóvenes, sí es por los estudiantes, por los reprimidos, por los encarcelados, por todo el pueblo de Venezuela que hoy está sufriendo colas, escasez; los jóvenes que no tienen empleo ni futuro». «El día de hoy yo me presento ante una justicia injusta que no juzga de acuerdo a la Constitución y a las leyes. Si mi encarcelamiento vale para un despertar del pueblo y para que la mayoría de los venezolanos que queremos cambio podamos construirlo, valdrá la pena», remató antes de recibir un ramo de flores de su esposa, fundirse en un emotivo abrazo y dirigirse hacia la Guardia Nacional.

Aunque los efectivos intentaron ponerle un casco protector, López se resistió y acabó siendo reducido. El traslado del disidente por la autopista Francisco Fajardo fue accidentado, con continuos cortes protagonizados por simpatizantes, que a punto estuvieron de volcar el blindado. En un momento de gran tensión, López tuvo que encaramarse al vehículo para pedir calma a sus seguidores.

Tras su polémica detención, Maduro dio un discurso ante los seguidores chavistas y aseguró que «tiene que responder ante la Fiscalía sus llamados a la sedición, al desconocimiento de la Constitución». «Este jefe político de la derecha fascista venezolana ya está en manos de la Justicia», reiteró para añadir que «he estado personalmente conduciendo las operaciones para garantizar la paz». El presidente chavista lo tenía en el punto de mira desde que reemplazó en 2012 a un moribundo Chávez, cuya larga convalecencia no le permitió asumir el poder. Ya entonces responsabilizó al joven líder de Voluntad Popular de «maniobras desestabilizadoras». Ahora lo ha acusado de «terrorismo y asesinato» tras los incidentes registrados en la marcha de estudiantes de hace una semana, que terminó con tres muertos. López se enfrenta a penas de hasta diez años de cárcel sin que aún se conozca si el juez dictará fianza. Y es que en Venezuela, con la Corte Suprema en manos chavistas, su gesta podría costarle muy cara.

Con este panorama, muchos sectores de la oposición esperan que el gobernador de Miranda, Henrique Capriles, tome el testigo de López y encabece nuevas marchas. Capriles se muestra partidario de tomar las calles, pero con una hoja de ruta encaminada a un referéndum revocatorio en 2016.