Ucrania
«Guerra civil» en Washington: Trump augura un conflicto interno si prospera el «impeachment»
El presidente de EEUU exige conocer la identidad del denunciante que reveló «de manera inexacta» su conversación con el líder de Ucrania.
El presidente de EEUU exige conocer la identidad del denunciante que reveló «de manera inexacta» su conversación con el líder de Ucrania.
Puede que Donald Trump no distinga los lindes entre lo público y lo privado, que patalee porque se discuta el contenido de sus conversaciones con el guionista y actor, y hoy presidente de Ucrania, Vladimir Zelenski, pero desde luego sabe bien cómo remar entre los titulares y enardecer a los suyos. Para muestra la brutal sucesión de tuits que ha publicado en las últimas 48 horas. Suficientes para haber provocado un escándalo colosal en tiempos más serenos. Así, el presidente ha escrito que «como todos los estadounidenses, merezco conocer a mi acusador, especialmente cuando este acusador, el llamado ‘denunciante’, presentó una conversación perfecta con un líder extranjero de una manera totalmente inexacta y fraudulenta». Dicho de otra forma, la máxima autoridad en EE UU exige que se desvele la identidad de un informante de los servicios secretos, protegido por la ley, y al que trata de fraude frente a la opinión pública.
Trump también ha calificado al presidente del Comité de Inteligencia del Congreso, Adam Schiff, de mentiroso: «Se inventó lo que dije». «Sus mentiras», añadió, «fueron hechas tal vez de la manera más descarada y siniestra jamás vista en el Congreso. Escribió y leyó cosas terribles, luego las puso en boca del presidente de Estados Unidos».
No hay cuartel, ni mucho menos tregua. Trump quiere que Schiff sea «interrogado al más alto nivel por fraude y traición». Por si fuera poco, aspira a conocer «no solo a mi acusador, que presentó información de segunda y tercera mano, sino también a la persona que ilegalmente dio esta información, que era en gran medida incorrecta, al denunciante». El problema para Trump es que, según informan varios medios, no parece haber asumido la gravedad del proceso por «impeachment», ni la necesidad de contar con un equipo de abogados a la altura del embate judicial y político. De momento, le parece suficiente con las declaraciones de sus partidarios, que retuitea con fruicción.
Por ejemplo las palabras de Jim McLaughlin, experto en demoscopia, entre otras cosas, porque en 2014 pronosticó la abrumadora victoria de un candidato al Congreso que acabó perdiendo por un margen ciertamente fantástico. En opinión de McLaughlin, «los números de aprobación del presidente Trump acaban de alcanzar el nivel más alto desde su inauguración, alrededor del 50%, y puede agregar a esa cantidad de votos a los muchos votantes que no dicen a quién votarán». Para McLaughin todo es un invento. Peor, un «ataque preventivo» ante lo que «se les viene encima» por el comportamiento de la Administración Obama durante las elecciones de 2016. Entre otras cosas parece referirse a los célebres emails de Hillary Clinton, que habrían sido objeto de nuevas y extensas pesquisas por parte de funcionarios del Departamento de Estado. Aunque nada ha tensionado más el ambiente político en Washington que el hecho de que Trump haya retuiteado las declaraciones del pastor Robert Jeffress, que ante los cámaras de la cadena Fox poco menos que acusó a Nancy Pelosi y al resto de congresistas de la oposición de instigar un proceso ilegal, puramente sensacionalista y por completo espúreo con la intención de arrollar la voluntad popular. «Si los demócratas logran destituir al presidente de su cargo (lo que nunca conseguirán), provocarán una fractura nacional similar a la de la Guerra Civil, de la que nunca sanará».
Pero por llamativo que resulte contemplar al presidente de EE UU comparar su posible «impeachment» y caída con la Guerra Civil no deja de ser certero el juicio respecto al clima de extrema polarización de la escena política. Jeffress, de hecho, ha afirmado que a los demócratas «no les importa si se queman y destruyen esta nación en el proceso» y que nunca ha visto a «los cristianos evangélicos más enfadados que por este intento de destituir ilegítimamente al presidente, anular las elecciones de 2016 y negar los votos de millones de evangélicos en el proceso».
El antiguo senador republicano Jeff Flake, célebre por su militancia contra Trump, ha publicado un artículo en el «Washington Post» en el que poco menos que urge a los republicanos a abandonar al presidente. No tiene claro que el «impeachment» sea el camino más recomendable, dada la claustrofóbica división de pareceres entre el electorado y las continuas acusaciones de traición. Pero no le cabe ninguna duda de que la aquiescencia republicana para con los excesos de Trump ha resultado «devastadora». «De la terrible experiencia de esta presidencia», añade, «quizás el efecto más horrible y duradero sobre nuestra democracia sea que en algún momento simplemente hemos dejado de sorprendernos. Y en eso, hemos fracasado no solo como administradores de las instituciones a las que se nos ha confiado, sino también como ciudadanos». De ahí que inste a los republicanos a negar su apoyo al presidente, incluso arriesgando la ira de sus seguidores.
Mientras tanto, se sigue conociendo detalles de la investigación. Al parecer, Yuri Lutsenko, el anterior fiscal general ucraniano, ha asegurado que Rudolph Giuliani –el abogado personal de Trump– le solicitó en varias ocasiones que investigara a Hunter Biden, el hijo del ex vicepresidente estadounidense Joe Biden, y que se negó porque no había pruebas en su contra, por lo que le instó a que fueran las agencias de seguridad norteamericanas las que investigaran el tema.
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