Parlamento Europeo
Hacia una Europa más flexible
El Brexit era algo predecible, aunque la gran mayoría de los políticos europeos trataran de creer que algo así jamás ocurriría. Incluso me atrevería a decir que la extendida histeria que se apoderó del continente tuvo un efecto contrario al pensado, ya que hizo que muchas personas se inclinaran como último recurso por el apoyo a la salida del bloque y tuvo una importante repercusión en los ciudadanos británicos. Pero, ¿qué debe hacer ahora una Europa aún unida y cuáles van a ser sus próximos movimientos?
En primer lugar, sus líderes deberían emitir una educada declaración dando las gracias a los británicos por todo lo que hicieron en favor de la prosperidad de la Comunidad Europea y la Unión, expresando así su profundo respeto a su decisión tomada en las urnas; y también deberían transmitir un mensaje tranquilizador que no descartase por completo que su país, si cambiase en algún momento de opinión, podría ser readmitido de nuevo en una Unión cada vez más íntima. En segundo lugar, deberían aprobar una declaración conjunta que establezca que, a partir de este momento, a ningún país se le concederán condiciones especiales o exenciones relativas a las normas actuales de la UE, a menos que éste posea un estatus diferente del de Estado miembro de pleno derecho de la UE.
En cualquier caso, el Brexit marca el comienzo de una recomposición histórica de Europa que puede desembocar en la creación de una Unión flexible, estructurada por capas y capaz de funcionar a varias velocidades. Si esto sucede, lo que hoy se percibe como un fallo imaginario de la integración europea podría transformarse en su éxito más grande y prometedor en décadas. El Brexit debe ser visto como una prueba contundente de una realidad bastante evidente; que Europa se compone de tres reinos muy diferentes. El primero es el «núcleo de Europa», el continente, ahora compuesto por 27 países. Ese núcleo se ha construido durante siglos, y a pesar de todas las diferencias dentro de él, sigue existiendo un depósito de valores comunes, prácticas y hábitos.
El segundo es el «mundo Atlántico», que comprende tanto Reino Unido como EE UU, que en tiempos muy distintos se convirtieron en colonias del continente, alcanzando más adelante la independencia y el éxito, incluso curando las dolencias de Europa. El tercero es la «Europa del Este», o el territorio que ahora consiste en la Federación de Rusia y otras naciones, muchas de las cuales buscan un mayor acercamiento político con la UE. Los dos últimos reinos son dos periferias europeas engendradas por Europa, pero ahora realmente muy diferentes a ella. Occidente sufre hoy una división, pero yo no diría que estemos ante una catástrofe, simplemente necesitamos tener un núcleo europeo más fortalecido.
Considero que hay al menos tres cosas importantes que hacer por la UE en los próximos años. Primero, orquestar una rápida retirada británica del bloque comunitario sin prestar excesiva atención a sus consecuencias en Reino Unido. Puede ser que sea políticamente incorrecto decirlo, pero en las condiciones actuales entra en los intereses de la UE que ahora Inglaterra sienta el dolor tras esta tonta decisión. Y esta postura no es dictada por la venganza, sino por el único movimiento racional que podría enfriar cualquier otro incentivo de ruptura dentro del bloque. En cualquier caso, Reino Unido sufrirá una contracción económica significativa y las potencias continentales deberán sacar todas las lecciones posibles de lo ocurrido. Por otra parte, los países de la UE deberán renegociar el Tratado de Lisboa, cuando ya Reino Unido haya formalizado definitivamente su decisión, y añadir un capítulo especial sobre el procedimiento de salida, declarando que la Unión es una estructura abierta y flexible a la que los países de Europa puedan unirse o abandonar con libertad y de una manera previsible.
Lo segundo que debería hacer es desarrollar una UE con tres capas, en la que haya un espacio para los miembros de pleno derecho, otro para los miembros asociados y un tercero para los observadores. En tercer lugar, deberá incrementar sus esfuerzos en el ámbito económico para convertirse en una verdadera superpotencia del siglo XXI y no perder atractivo a ojos de los inversores.
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