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Kerry iza la bandera de EE UU en La Habana, 54 años después
El secretario de Estado asiste al izado de la bandera en la Embajada de La Habana. Kerry reconoce que el deshielo no llevará la democracia a Cuba
El secretario de Estado asiste al izado de la bandera en la Embajada de La Habana. Kerry reconoce que el deshielo no llevará la democracia a Cuba
El izamiento de la bandera estadounidense en los terrenos de su embajada en La Habana, precedido por el discurso del secretario de Estado, John Kerry, y con la presencia de un nutrido grupo de funcionarios de ambos países, no aporta nuevas perspectivas al proceso de normalización que comenzó el 17 de diciembre. Durante su discurso, Kerry afirmó que una «democracia genuina» es la mejor opción para el pueblo cubano en la que «elegir libremente a sus gobernantes», aunque reconoció que corresponde a los cubanos definir su futuro. «Nuestras políticas del pasado no han conducido a una transición democrática aquí en Cuba. Sería poco realista esperar que la normalización de relaciones tenga un impacto transformador en el corto plazo», señaló el secretario de Estado, quien añadió que «es el momento de que los dos pueblos nos acerquemos».
Más allá del aspecto simbólico de la histórica ceremonia, la desconfianza de las autoridades cubanas hacia su poderoso vecino es un hecho que amenaza con retrasar el fin de las disputas. En los mensajes que trasmiten los medios oficiales se percibe claramente la continuidad del atrincheramiento ideológico. No existen referencias favorables de EE UU. Durante y después del evento en la legación diplomática, hubo una avalancha de interrogantes sobre las intenciones de la Administración Obama con el cambio de política respecto a Cuba. La falta de matices en los discursos de portavoces y partidarios del régimen define la puntualidad de una estrategia que ha sido uno de los fundamentos legitimadores tanto dentro como fuera de las fronteras nacionales. El enemigo externo sigue siendo vital en la supervivencia de un modelo socialista que aspira a reinventarse con la asesoría de sus viejos camaradas de Pekín y Hanoi.
En las calles, la apatía y la desesperanza siguen marcando las pautas. «Seguiremos jodidos. Es un acuerdo entre Obama y Raúl. Cosas entre gobiernos. Me gustó el discurso de Kerry, pero al final los dueños de Cuba hacen lo que les venga en gana», expresó una mujer, a condición del anonimato, que trabaja en una tienda recaudadora de divisas.
Aunque son mayoritarios los puntos de vista que subrayan la falta de fe en que las relaciones con Washington ayuden a mejorar el nivel de vida de todos los cubanos, existen personas que se aferran a la ilusión de algún alivio. «Espero que poco a poco salgamos de esta encrucijada. Cuba está tan mal que por muy pocos que sean los beneficios del comercio con EE UU, éstos terminarán reflejándose positivamente en el día a día. Es cuestión de tiempo. Los históricos están en el ocaso de su vida. Ellos son la principal piedra de tropiezo en esta historia», dijo un joven que comenzará a cursar estudios de Periodismo en septiembre.
En general, la visita de Kerry oficializa el punto de partida de un largo periplo. El regreso de la bandera de las franjas y las estrellas al imponente edificio construido frente al malecón habanero es un gesto mínimo frente a los retos por venir. Está claro que ni Obama ni Kerry serán los protagonistas del pleno restablecimiento de relaciones. Mientras tanto, Cuba y EE UU pactaron ayer crear una comisión bilateral para definir los temas que abordarán en adelante. «Hemos acordado no sólo limitarnos a hablar de la relación, sino tomar los pasos necesarios para que esa relación madure», dijo Kerry en una conferencia de prensa conjunta con el ministro de Exteriores cubano, Bruno Rodríguez.
Sin embargo, es ingenuo pensar que en el poco más de un año que le queda a la Administración demócrata se resuelvan todos los problemas pendientes, que incluyen el levantamiento del embargo. La batalla ahora es entre el ala más conservadora del partido único, encabezada por Raúl Castro, y los senadores y representantes de origen cubano del Capitolio. Remover la ley Helms-Burton para hacer viable el acercamiento, sin que se operen cambios sustanciales dentro de la isla en materia de libertades fundamentales, no será fácil. De todas formas, el paulatino crecimiento de los grupos de presión, que abogan por acelerar el deshielo, podría influir en la modificación de ciertos aspectos de las medidas represivas a medio y largo plazo.
En cuanto a los opositores e integrantes de la sociedad independiente, algunos de ellos declinaron la invitación a un breve encuentro con Kerry en la residencia del embajador Jeffrey de Laurentis ayer por la tarde, pues no habían sido invitados al acto oficial en la Embajada y esto les parecía de «perfil bajo». Otros muchos optaron por viajar a Puerto Rico al Encuentro Nacional Cubano para buscar una postura común al reconocer que el nuevo escenario también cambiará las estrategias de la disidencia. Quienes sí asistieron a la recepción privada en La Habana fueron la periodista Yoani Sánchez, así como los activistas Miriam Leiva, José Daniel Ferrer y Manuel Cuesta.
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