Política

Muere Ariel Sharon

La pelea de un hombre tenaz en un coma de ocho años

La Razón
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Durante los años en que Ariel Sharon estuvo en coma, hubo momentos en los que se pensó que había llegado el final. Sin embargo, siempre lograba salir adelante. Todo comenzó en diciembre de 2005, cuando Sharon, entonces jefe de Gobierno, sufrió un leve incidente vascular. Un mes después, el 5 de enero del 2006, se sintió mal. De camino al hospital, su estado empeoró e ingresó con un derrame cerebral que le dejó en coma. En la operación que se realizó de inmediato, el derrame fue detenido, pero la situación ya era grave. «Estaba muy claro que había que operarlo y es lo que hicimos», recuerda para LA RAZÓN el profesor Félix Umansky, el neurocirujano que le intervino. Sharon jamás se despertó de aquel coma. «Abría los ojos y seguía un poco con la mirada», añade Umansky. «El suyo no era un estado vegetativo completo, pero tampoco presentaba un estado neurológico satisfactorio. No hablaba, no obedecía órdenes completas, no hacía movimientos voluntarios significativos», recuerda el doctor. En el transcurso de los últimos años, Umansky iba periódicamente a visitar a Sharon y entabló una estrecha relación con la familia. «No se puede decir que haya sido una cosa inesperada. En algún momento tenía que suceder algo». Al preguntarle si durante estos ocho años pensó que estaba todo perdido, Umansky responde: «La familia de Sharon fue más optimista. Yo era más racional». Pese a la impecable atención médica recibida –que costaba 335.000 euros al año–, el deterioro fue inevitable. Las infecciones son comunes en pacientes en el estado de Sharon, con años en cama y ventilación artificial. Cada pequeño problema puede conducir a una gran complicación. «Una persona de su edad en estas condiciones tiene las defensas mucho más bajas ante un proceso de infección», explica Umansky.

Hace pocos días, el hospital Tel Hashomer informaba de que habían surgido serias dificultades en la salud de Sharon, pero añadieron que el corazón del paciente era fuerte. «Es increíble cómo este hombre lucha», se maravillaba Umansky. «Siempre continúa sorprendiendo. Pero aún así, lamentablemente, siento que esta es la recta final». El médico no se equivocaba.