El Futuro de Venezuela
La revolución de los ancianos venezolanos
En Venezuela, tras la huida de los jóvenes, los ancianos maltratados se enfrentan al régimen de Maduro
En Venezuela, tras la huida de los jóvenes, los ancianos maltratados se enfrentan al régimen de Maduro
Barrio de Pinto, en el geriátrico Manuel grita detrás de una barrotes de hierro. “Tengo hambre”, exclama, mientras se pasa la mano por la boca. Al principio nos deniegan la entrada, advierten algunos ancianos pueden ponerse agresivos. Pero lo que encontramos adentro, es dantesco. Un escenario de miseria y relatos de abandono.
En un país que atraviesa una grave situación económica y alimenticia, los sectores más vulnerables se han visto gravemente afectados. Los psiquiátricos, orfanatos y hogares de la tercera edad han sufrido un gran deterioro. Manuel afirma no come hace tiempo, algo que su cuidador desmiente. “Está loco, le damos sopa todos los días”. Sin embargo el anciano demuestra un aspecto muy deteriorado.
A su lado Isabela ha perdido un ojo. Mataron a su madre y le quitaron la casa. “Llegaron y se quedaron con todo, mis hijos me abandonaron aquí, no tienen dinero para mantenerme”, explica. Hay como diez “abuelos” más, todos famélicos que no hablan, miran al vacío.
Altamira, Caracas, centro de protestas venidas a menos. Tras la represión de 2014 y 2017 y la persecución sistemática de los Servicios Secretos, el SEBIN, muchos jóvenes que comandaban las protestas, la resistencia, “los famosos escuderos”, emigraron. Venezuela se está quedando sin estudiantes y ahora los mayores, encabezan las marchas.
“Mis días que me quedan de vida, bueno, los voy a morir de hambre, porque con qué como. No tengo dinero, no tengo pensión. De 15 días a un mes que no recibo nada. Tengo que estar pidiendo al vecino y a la gente para subsistir”, cuenta Miguel, quien grita desde un puente: “Maduro esbirro”.
También asegura que trabajó durante 45 años pagando un seguro para que en su vejez pueda disfrutar una vida sin problemas y tranquila, pero con el Gobierno de Nicolás Maduro todo cambió.
“Regenté una ferretería, aquí en Caracas, 45 años pagando seguro para hoy vivir más o menos de esa pensión y ahora viene este señor a quitarnos, a maltratarnos, a dejarnos, porque es lo que está haciendo con nosotros, los viejos en Venezuela. Estoy dispuesto a morir en las calles. (...) Es lo mismo morir de hambre en la calle, pisoteado por estos bandidos o morir de hambre”, relata.
Además muchos pensionistas tienen problemas para retirar su asignación. Tras acudir en la madrugada a las puertas de los bancos en Caracas, Rodolfo recibió apenas 2.000 bolívares, poco más del precio de una lata de atún pequeña. El monto equivale a 1,5 dólares a la tasa de cambio oficial.
La cifra es apenas una fracción de los 18.000 bolívares (6 dólares al cambio paralelo) que deben recibir después de que Maduro aumentara en 4,200% las pensiones.
De hecho un señor de 71 años de edad, murió durante una cola para cobrar la pensión en el año 2018 en el banco Bicentenario, de la plaza de Las Banderas -Caracas-, día que además era su cumpleaños. Las imágenes dieron la vuelta al mundo.
Barrio de Antímano, un cerro poco recomendable a ciertas horas. Cae la noche, atravesamos los pasillos estrechos teñidos de luz lúgubre, esquivando cables de tendido eléctrico hasta llegar a una maltrecha casa. Puerta de hierro que chirría, un “búnker” donde venden piedra: “crack”. Al fondo un anciano, Enrique, quien presenta un estado totalmente desnutrido; en los huesos. A sus pies un recipiente de plástico donde deposita sus “necesidades”. El hedor es insoportable. No se puede mover, sufrió un accidente cerebro vascular (ACV). Aquí sus nietos lo cuidan, como pueden, mientras venden la droga. “Los hijos murieron hacemos los que podemos”, nos cuenta un chaval de apenas 16 años.
En Venezuela hay aproximadamente cinco millones de personas que dependen de las pensiones que les otorga el régimen chavista, pero el monto que reciben no cubre sus necesidades de alimentación, medicinas y vivienda. Se ha convertido en un país habitado en su mayoría por niños y personas mayores, donde ante el desamparo del régimen ambas generaciones, abuelos y nietos, se cuidan entre ellos como pueden.
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