Política

Crisis económica

La vuelta de los partidos de la crisis financiera en Islandia

Los conservadores parten como favoritos en los sondeos electorales

Johanna Sigurdardottir
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Cinco años después de su colapso financiero, Islandia acudió ayer a a las urnas para renovar su Parlamento (Althingi). Como entonces, la frustración de la población de esta pequeña isla, más cercana a Groenlandia que a Europa, provocará un tsunami electoral. Los sondeos anticipan la caída de la actual coalición «rojiverde» y la vuelta al poder de los conservadores, que han dominado la vida política desde la independencia de Dinamarca en 1944.

Desde aquel otoño de 2008, Islandia ha sido pionera en muchas cosas. Fue el primer país que sufrió el azote de la crisis financiera desatada tras la quiebra de Lehman Brothers. Fue el primer estado europeo en el que las protestas ciudadanas derribaron al Gobierno. Fue el primer país del mundo gobernado por una lesbiana, Johanna Sigurdardottir. Fue el primero en sentar en el banquillo a su clase política por no saber prevenir el estallido de la burbuja financiera. Fue el primero que se negó a pagar las deudas de sus bancos. Ahora, será el primero que vuelva a confiar en aquellos que permitieron a los bancos acumular activos diez veces superiores al PIB de la isla.

Aunque la coalición «rojiverde» ha logrado en tiempo récord remontar la situación económica hasta crecer un 1,6% y reducir el paro al 4,7%, la población no ha recuperado aún su nivel de vida. La mayoría vive ahogada por unas hipotecas indexadas a la inflación, en las nubes por la devaluación en un 50% de la corona islandesa. Esta situación explica el éxito del liberal Partido Progresista, tradicional socio de Gobierno del conservador Partido de la Independencia. Su líder, Sigmundur David Gunnlaugsson, que promete bajar las hipotecas un 20%, denuncia que «hay un gran descontento en Islandia y la gente tiene el sentimiento de haber sido engañada». Según las encuestas, la coalición de centro derecha contaría con una cómoda mayoría (36 de los 63 escaños). Los liberales supieron conectar con el sentir mayoritario de la población, que en dos ocasiones rechazó en referéndum devolver los fondos que los ahorradores holandeses y británicos tenían en Icesave, filial de uno de los bancos nacionalizados. La reciente sentencia del tribunal de la Asociación Europea de Libre Cambio (AELC) a favor de Reikiavik da la razón moral a la población y humilla a socialdemócratas y ecologistas.

Sigurdardottir, que ha pasado de ser conocida como «santa Johanna» a ser el dirigente político más impopular de Islandia, ha decidido retirarse de la política a sus 70 años y dar el testigo a Arni Pall Arnason, un joven jurista de 46 años al que las encuestas le otorgan apenas el 14,6%. Pese a los malos augurios, Sigurdardottir se muestra optimista: «La Alianza Socialdemócrata ha hecho maravillas en el terreno económico y ha reconstruido el país, por lo que debería conseguir más de que lo que dicen las encuestas».

El cambio político en Islandia frenará en seco su acercamiento a la UE, cuyas negociaciones de adhesión fueron suspendidas en enero. Ni conservadores, afines al poderoso «lobby» pesquero, ni liberales son favorables a integrarse en los Veintisiete. De hecho, los socialdemócratas se han quedado solos en su apuesta europeísta. Superado lo peor de la crisis, los islandeses prefieren dar de nuevo la espalda a una Europa que no les ayudó cuando más lo necesitaban y conceder otra oportunidad a quienes les colocaron al borde del precipicio.