Unión Europea
Dimiten otros tres miembros del equipo de Corbyn
Hoy, el grupo parlamentario podría exigirle su dimisión.
Estas dimisiones sitúan al principal grupo de la oposición británica en una crisis, mientras aumentan las presiones para que Corbyn presente su dimisión.
Otros tres miembros del equipo del líder laborista británico, Jeremy Corbyn, presentaron hoy la dimisión descontentos con el liderazgo del político izquierdista, tras la victoria del "brexit"en el referéndum del jueves. El portavoz laborista para las Fuerzas Armadas, Toby Perkins; la "número dos"de Exteriores de la formación, Diana Johnson, y la responsable de sociedad civil, Anna Turley, se unieron a los otros 12 colegas que ayer domingo presentaron sus renuncias. Estas dimisiones sitúan al principal grupo de la oposición británica en una crisis, mientras aumentan las presiones para que Corbyn presente su dimisión, si bien este lo ha descartado.
El Brexit ha supuesto un auténtico terremoto en Westminster. La onda expansiva no sólo ha acabado con David Cameron, sino que ha dinamitado también la endeble estabilidad de la oposición laborista. Cuando ni siquiera se ha cumplido un año de su nombramiento, su líder, Jeremy Corbyn, podría verse obligado a dimitir. En paralelo a la batalla por el timón conservador, la guerra por el control interno del laborismo arrancó ayer con una cadena de dimisiones sin precedentes que ponen contra las cuerdas al «Pablo Iglesias británico», cuya pasiva participación en una campaña que no logró convencer a los británicos para quedarse en el «club» comunitario ha sido duramente criticada tanto por las propias filas como por los sindicatos. Hasta doce miembros del denominado «ejecutivo en la sombra» presentaron su dimisión. Entre ellos, la responsable de Sanidad, Heidi Alexander; la de Juventud y Registro Electoral, Gloria del Piero; la de Transporte, Lilian Greenwood; la de Educación, Lucy Powell; y la de Asuntos Escoceses.
La primera bala había partido de la trinchera del propio Corbyn, quien en la madrugada de ayer relevaba al portavoz de Exteriores, Hilary Benn, una influyente voz en el partido desde los años de Tony Blair y Gordon Brown, por las dudas expresadas sobre su capacitación como líder. Su despido animó de inmediato a sus colegas para deshacerse de un dirigente venerado por las bases, pero severamente cuestionado por el aparato y el propio equipo con el que debería gobernar si el laborismo llegase al poder.
Dos diputados laboristas, Dame Margaret Hodge y Ann Coffey Dame, presentaron por su parte una moción de censura que se examinará hoy en la primera reunión que el grupo parlamentario mantiene tras el Brexit. Según los medios, el martes podría celebrarse una votación secreta. Con todo, algunos destacados miembros del partido, como el responsable de Interior, Andy Burnham, se desmarcaron ayer de cualquier «golpe» contra la dirección y censuraron las maniobras internas en «tiempos de incertidumbre como éstos». «No veo cómo puede tener sentido que la oposición se hunda en una guerra civil», aseguró.
El histórico resultado del referéndum del 23-J, en el que los euroescépticos lograron el 51,9% de los votos frente al 48,1% que apostó por el Bremain, demostró la desafección de los votantes tradicionales y la pérdida de los bastiones naturales del laborismo. Por ello, en las horas posteriores al escrutinio, las maniobras para orquestar un motín comenzaron en una oposición que había abierto una nueva era en septiembre de 2015, cuatro meses después de su derrota electoral.
La elección del activista sumió a la formación en una profunda crisis. Corbyn, de 67 años, llevaba 32 como diputado del acomodado distrito londinense de Islington. Pero en su larga carrera nunca ocupó un puesto ministerial. Su candidatura se coló a última hora en la lista. Necesitaba 35 nominaciones para presentarse y las logró sólo dos minutos antes de que se cerrara el plazo. Entre los que apoyaron entonces su papeleta estaba Sadiq Khan, el primer alcalde musulmán de Londres, quien ahora se muestra especialmente crítico con él. Todos pensaron que era un gesto simbólico para apaciguar a la izquierda del partido. Sin embargo, en sólo cien días –lo que duró la campaña– Corbyn rompió los pronósticos. Su elección no habría sido posible sin el apoyo de los jóvenes y los nuevos afiliados, que le dieron el liderazgo y que, de repetirse ahora una votación, previsiblemente volverían a respaldarle.
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