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Muere el último dictador de Panamá
Permanecía en una unidad de cuidados intensivos en estado grave desde el pasado 7 de marzo, cuando le fue extirpado un tumor cerebral benigno
Manuel Antonio Noriega permanecía en una unidad de cuidados intensivos en estado grave desde el pasado 7 de marzo, cuando le fue extirpado un tumor cerebral benigno.
Los mismos líderes del continente que hoy juegan a erigirse como dictadores coqueteando con el narcotráfico deberían aprender de la historia y ver como «colosos mayores» acabaron pudriéndose solos en la cárcel. Titanes caídos que nadie extrañará. «Confirmado», dijo escuetamente el abogado de Manuel Noriega, quien permanecía en una unidad de cuidados intensivos en estado grave desde el 7 de marzo, cuando le fue extirpado un tumor cerebral benigno. Hoy se celebrará el funeral en la capital ante la presencia de sus tres hijas. Todavía no se ha revelado el lugar donde el dictador descansará para evitar tumultos, aunque no se esperan grandes incidentes. Con su muerte, los panameños cierran un triste capítulo y respiran en paz. El dictador panameño murió el lunes a los 83 años, tras pasar los últimos meses de su vida en coma y después de que fuera sometido a varias operaciones cerebrales.
Noriega copó los titulares internacionales el 20 de diciembre de 1989, cuando unos 28.000 soldados estadounidenses tomaron Ciudad de Panamá para derrocar a su brutal régimen (1983-1989), que espió para la CIA, trabajó con los narcos y torturó a sus enemigos. Tras pasar los últimos 26 años en cárceles de EE UU, Francia y Panamá por el asesinato de enemigos políticos, lavado de dinero y narcotráfico, Noriega logró en enero la prisión domiciliaria en casa de una de sus tres hijas antes de someterse a una operación para extirparle un tumor cerebral. La cirugía se realizó a principios de marzo, pero sufrió una hemorragia, se sometió a una segunda operación y se hallaba en coma.
El presidente de Panamá, Juan Carlos Varela, dijo ayer que el fallecimiento del dictador pone fin a una etapa del país centroamericano. «La muerte de Manuel A. Noriega cierra un capítulo de nuestra historia. Sus hijas y sus familiares merecen un sepelio en paz», expresó Varela en Twitter.
A juicio de Raúl Ossa, combatiente contra la dictadura, la muerte del ex general debe dirigir al país a un sendero de reflexión para no convertirse en Venezuela. Ossa afirma a LA RAZÓN que se debe procurar que un episodio como el vivido durante la dictadura no vuelva a ocurrir, «porque los últimos gobernantes y el actual están haciendo todo lo necesario para que se repita el episodio que no se debe repetir jamás y debemos cuidarnos de la corrupción que nos están metiendo».
De igual forma, el ex general Rubén Darío Paredes señala que el dictador, quien en sus inicios era un oficial común con aspiraciones, de origen muy humilde y deseoso de cumplir con su jefe inmediato, se transformó, tras pasar por el cargo de la seguridad en la Guardia Nacional. «Creo que estuvo 16 años al frente de la sección más dura por la clase de personajes inmorales con los que se tiene que tratar. En síntesis, a Noriega el cargo, a mi modo de ver, lo maleó», concluye Paredes. El poder y los intereses alrededor de Noriega también fueron determinantes en su actuación. Según el ex general, lo corrompieron, a la vez que como jefe del G-2 recibía toda la información del cuerpo diplomático alrededor del mundo. Además, tenía injerencia en la Corte Suprema de Justicia.
Los largos años de reclusión, muchas veces aislado, dos ataques cerebrovasculares y un cáncer de próstata dejaron al ex dictador en silla de ruedas y con aspecto frágil, una versión reducida del osado general del Ejército panameño que blandía enérgico un machete en sus mítines aplaudido por la multitud. El carácter desafiante del ex dictador decayó en el ocaso de su vida y en el año 2015 llegó a pedir perdón a Panamá por los desmanes de los gobiernos militares, por los que fue sentenciado a unos 60 años de cárcel por tres condenas en casos de homicidio y desapariciones forzadas. La corrupción bajo su mandato llegó a tal punto que un subcomité del Senado estadounidense aseguró que Noriega creó «la primera narco cleptocracia del hemisferio» y se refirió a él como «el mejor ejemplo reciente» de cómo un líder extranjero puede manipular a EE UU en contra de sus intereses.
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