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Opositor ruso, una profesión de riesgo
Es el asesinato más relevante en el casi cuarto de siglo de la Rusia postsoviética
La muerte del opositor Boris Nemtsov constituye el asesinato más relevante de un político en el casi cuarto de siglo de la Rusia postsoviética. De ideología liberal, con 55 años y padre de cuatro hijos, era todavía un rostro reconocible de la política rusa, si bien no un «primera espada».
Nemtsov llegó a sonar en su día como posible sustituto del entonces presidente Boris Yeltsin, en cuya Administración ocupó el puesto de viceprimer ministro a finales de los años noventa. Sin embargo, Vladimir Putin le ganó aquella carrera y en 2003 su trayectoria sufrió un fuerte revés, cuando la lista que encabezaba en las elecciones (La Unión de Fuerzas de Derechas) obtuvo sólo el 4 por ciento de los sufragios, quedándose fuera del Parlamento ruso al no alcanzar el 5% mínimo requerido para formar grupo.
En años posteriores fue gobernador de la región de Nizhny Novgorod; Nemtsov también se presentó a la alcaldía de Sochi (logrando un 14% de votos) y actualmente ocupaba un escaño en el Parlamento regional de Yaroslavl, si bien nunca perdió de vista la política nacional y fue un habitual de las manifestaciones opositoras en Moscú. En 2012 fue elegido copresidente del Partido Republicano de Rusia-Partido de la Libertad Nacional (RPR-PARNAS), formación política todavía sin representación parlamentaria nacional.
Su muerte viene a recordar que cuestionar al Gobierno ruso es todavía una profesión de riesgo en Moscú.
Antes que él murieron varios periodistas críticos, con Anna Polikovskaya como caso paradigmático, acribillada a tiros en la puerta de su casa en 2006, tras destapar historias sobre los métodos del Ejército ruso en las guerras de Chechenia. En el mismo año, el ex teniente de la KGB, Alexander Litvinenko, fue envenenado en Londres, donde había recibido asilo tras destapar trapos sucios de los servicios secretos rusos (en los que por cierto trabajó con el actual presidente ruso antes de despuntar en política).
Sin embargo, y hasta la muerte de Boris Nemtsov, el destino de las figuras políticas de la oposición en la Rusia de Putin, quizá por una cuestión estética, no pasaba por el asesinato sino por la cárcel. El magnate Mijail Jodorkovski, amnistiado a finales de 2013 y ahora en el exilio, pasó diez años en prisión por un supuesto delito fiscal, si bien su verdadero delito fue financiar a la oposición rusa. Más recientemente, el abogado y bloguero Alexey Navalny, quizá el opositor más popular del momento, con gran tirón entre las clases medias urbanas, fue condenado en diciembre a tres años de prisión condicional por un sospechoso caso de supuesto desvío de fondos.
Recientemente le ha sido levantado el régimen de arresto domiciliario; sin embargo, no podrá participar en la manifestación de hoy –convocada por dirigentes opositores en Moscú– porque a comienzos de esta semana, muy oportunamente, fue condenado a 15 días de prisión por oficialmente repartir propaganda política en el metro.
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