Política

Elecciones en Reino Unido

Reino Unido vota economía y estabilidad

Un grupo de trabajadores abandona el distrito financiero de Canary Wharf al final de la jornada
Un grupo de trabajadores abandona el distrito financiero de Canary Wharf al final de la jornadalarazon

Setenta y dos horas después de darse a conocer los resultados de las elecciones generales en Reino Unido, lo más comentado es la sorpresa que ha causado la mayoría absoluta otorgada por las urnas al Partido Conservador, en la persona del «premier» David Cameron. Lo que iba a ser un resultado incierto –en lo cual insistían todas las encuestas– y una aritmética de pactos ciertamente complicada, se ha tornado en un resultado claro y que permite la formación de un gobierno estable.

Más allá de las valoraciones que puedan hacerse desde el punto de vista político, dos son los factores que explican la elección mayoritaria por parte de los británicos: la previsión de un panorama de incertidumbre política después de las elecciones y la mejora de la economía, siendo Reino Unido la economía que más crece tanto en términos absolutos como relativos de todo el mundo desarrollado desde 2010, a una tasa anual del 1,5%.

El peligro de inestabilidad política era ciertamente real, y su origen se remonta a la convocatoria del referéndum soberanista de Escocia hace ya un año. El triunfo del «no» (en buena parte, gracias al anuncio por parte del Banco de Inglaterra de que Escocia no podría utilizar la libra esterlina como divisa oficial) dio entonces un respiro tanto a la ciudadanía como a los inversores.

Sin embargo, la amenaza de un país ingobernable y dividido ha supuesto la paralización de importantes proyectos de inversión, a la espera de cambios normativos y tributarios como las propuestas laboristas de crear un impuesto sobre las viviendas de más de dos millones de libras o un «precio máximo» al alquiler.

La incertidumbre política se convirtió desde principios de año en incertidumbre económica. Así puede observarse en el crecimiento de la economía en el primer trimestre, en el cual creció un 0,3% intertrimestral, un tercio de lo que creció en el mismo periodo de 2014. A ello se añade el parón de la productividad y el crecimiento vertiginoso del déficit por cuenta corriente, ya por encima del 6% del PIB.

En este sentido, la formación de un Gobierno fuerte en Londres permitirá el desbloqueo de inversiones para volver a la senda de crecimiento trazada desde hace cinco años. Los votantes han optado por un Ejecutivo continuista en la línea de presionar a la Unión Europea para mantener cierta independencia –especialmente en el sector financiero– y ser uno de los puntos clave en la negociación del Tratado de Libre Comercio entre Europa y Estados Unidos.

Por último, el resultado electoral muestra hasta qué punto el bolsillo del ciudadano determina, en buena parte, el sentido del voto. Una tasa de paro en niveles históricamente bajos (en el 5,6% de la población activa) es una señal de mejora en una economía en la que se reduce con cierta velocidad la diferencia entre la percepción macro y la percepción micro.

En este proceso actúa como acelerador el marco laboral existente, con un modelo de «contrato único»: una hoja en blanco donde empresario y trabajador pactan salario y número de horas. En cambio, la burbuja inmobiliaria actúa como freno, dado que el acceso a una vivienda cada vez es más complicado en un país de propietarios.

En suma, Reino Unido apuesta por continuar con una política fiscal contractiva –reducción del gasto público y bajada de impuestos– y una política monetaria expansiva que genera crédito barato y abundante. El futuro no está exento de dificultades, aunque la sustitución de los diputados laboristas por independentistas escoceses en la Cámara de los Comunes hará que el Gobierno británico ponga el foco en la política interna, convirtiéndose la propuesta de referéndum de continuidad en la Unión Europea, más bien en una baza negociadora que en un peligro real.

*Profesor de Economía en la Universidad de Essex en Reino Unido