La Razón del Domingo

Limonov, un anti héroe

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No seré yo quién niegue que existen socialdemócratas de una pieza, pero no conozco nada con más peligro que un socialdemócrata nenaza. Compruébenlo leyendo el libro que el francés Emmanuel Carrere ha dedicado al disidente ruso Limonov. Lo colorea como una mezcla de héroe y pícaro perdedor, aunque Limonov no tiene nada de heroico. Es un pobre artista, un totalitario que, como rareza inducida por sus circunstancias, está con los débiles; lo cual no evita para nada su totalitarismo. Carrere, burgués bohemio parisino, en su voluntad de comprender, mezcla su decepción de la democracia con un complejo de inferioridad sobre la verdad de las cosas, patología que siempre es recomendable curar con un buen chute de Chur- chill. Como muchos, decide con total ausencia de humildad que, dado que él no ha sido capaz de dar con la verdad, eso significa que la verdad no exista. Convierte su incapacidad y aflicción personal en una conclusión filosófica general inconsistente. Lo cierto es que Limonov es un pobre totalitario, un aficionado a la mística violenta de las armas, que se acerca a ellas como si fueran «gadgets» políticos, algo bastante indeseable. La única manera decente de observar las armas es tecnológicamente (como herramientas que en su momento simplificaron la obtención de alimento) y no perder nunca de vista su gravísimo propósito de estar ideadas para matar. Vale la pena leerlo para comprobar cómo el francés transpira una cierta admiración, como si eso fuera viril, como si ese desprecio por el dolor ajeno del totalitarismo fuera afirmación de vida y ausencia de hipocresía. Es como si, puesto que el mundo entero está sumido en multitud de crímenes e iniciativas dolorosas, un poco más de dolor no tuviera que importar. Pero, lo siento Carrere, sí que importa.