Reino Unido
Lady Di: La deconstrucción de un mito
El 31 de agosto de 1997 la muerte de Diana de Gales consternó a medio planeta. El jueves se cumplen veinte años del trágico accidente que se la llevó, un aniversario marcado por la emisión de polémicos documentales
El 31 de agosto de 1997 la muerte de Diana de Gales consternó a medio planeta. El jueves se cumplen veinte años del trágico accidente que se la llevó, un aniversario marcado por la emisión de polémicos documentales.
«Era una rebelde. Los estudios no me interesaban en absoluto, yo lo que quería era estar con la gente». Con un fino hilo de voz, una joven insegura y tímida con la cámara comienza a hablar. «Recuerdo que me dieron un premio en la escuela por ser la chica más amable», continúa. «Eso no suena a especialmente rebelde», le interrumpe su interlocutor. «Oh sí, lo era... la rebeldía siempre estuvo ahí», contesta ella. La conversación se enmarca en 1992. Diana ya era un mito y, al mismo tiempo, un lastre para la familia real británica, institución en la que nunca encajó, aunque su manera de ser cautivó a todo un pueblo. Ahora, 20 años después de su muerte, su imagen de rubia angelical anclada en el imaginario colectivo vuelve a cuestionarse en un aniversario que demuestra que la leyenda (y la contraleyenda) de Lady Di sigue más viva que nunca.
Así lo demuestra el aluvión de material gráfico, escrito y audiovisual que en estos días ha inundado ondas, pantallas y titulares en Reino Unido. «Diana, en sus propias palabras», «La muerte de Diana: en busca de la verdad» y «Diana y los paparazzi» son algunos de los muchos documentales que se han emitido y que este fin de semana llegan a las televisiones españolas con motivo del vigésimo aniversario del fallecimiento de la princesa a los 36 años. Un material que dibuja a una mujer a través de sus propias confesiones, como las reveladas hace unas semanas en uno de los documentales emitido en Chanel 4: «Pensaba que no era lo suficientemente buena para la familia real y lo pagué conmigo misma», admitió poco después de divorciarse de Carlos al actor Peter Settelen, quien la ayubaba en sus discursos.
Unas declaraciones que apoyan a quienes persisten en tumbar la perenne imagen victimista de Diana de Gales para hablar de ella también como culpable del supuesto calvario que vivió en Kensington Palace. Una de ellos es la periodista Sally Bedell, en estos días mencionada por su libro «Diana: in search of herself» (Times Books), en el que habla de ella como una persona desequilibrada, con numerosos ataques de celos y llantos (en una de las grabaciones reveladas recientemente ella misma reconoce que «cuando estaba embarazada de cuatro meses –de Guillermo– me tiré por las escaleras tratando de llamar la atención»). Acciones que, según Bedell, derivaban no del supuesto plan que la corona fraguó para desacreditarla, sino de un trastorno de personalidad que padecía desde niña. Una versión apoyada por el también periodista Andrew Morton, que revela a «Daily Mail» el contenido de unos vídeos en los que Diana narra su angustiosa infancia: «Recuerdo ver a mi padre pegando a mi madre. Estaba escondida tras la puerta y mamá lloraba».
Nacida el 1 de julio de 1961 como Diana Frances Spencer, era la hija menor del entonces vizconde y vizcondesa Althorp. Tenía dos hermanas mayores, Jane y Sarah, y un hermano pequeño, Carlos. Junto a ellos vivió una niñez, en palabras suyas, «dolorosa», marcada por los malos tratos de su padre hacia su madre, que acabó abandonando el hogar cuando Diana tenía seis años. Su marcha la marcó de por vida y se acentuaron sus llamadas de atención, que empezaron un tiempo atrás, cuando se enteró de que un año antes de que ella naciera su madre había dado a luz a un bebé que murió al poco de nacer: «Fue un niño, Juan. Mis padres estaban locos por tener un heredero y no fui yo». Tras el divorcio de sus padres, Diana y sus hermanos se convirtieron en peones de una amarga disputa legal por la custodia, algo que marcó el carácter de la futura princesa: «Competían regalándome cosas materiales. Nunca recibí abrazos o besos».
Así, en 1980 el heredero al trono inglés se comprometió con una chica de fuertes carencias afectivas que disimulaba tras su inocente sonrisa. Entonces Carlos desconocía esta faceta, pese a que le unía una estrecha relación con los Spencer. La familia vivía en una casa alquilada ubicada en una finca de la reina Isabel en Sandringham. Además, el entonces vizconde había sido oficial de la casa real tanto para Jorge VI como para Isabel II. Incluso Carlos había tenido un romance con su hija mayor, Sarah.
Pero el compromiso del llamado a ser futuro rey fue, el 24 de febrero de 1981, con Diana, pese a la brecha de edad entre ambos (12 años) y aun habiéndose visto solo 13 veces antes de casarse en julio del mismo año. Además, Carlos confesó a un amigo que aún no la amaba, aunque estaba seguro de que podía llegar a hacerlo. Pero no fue así. Mientras la ya princesa de Gales se ganaba el cariño del pueblo visitando escuelas y hospitales, en Kensington se cernía la crisis del matrimonio: «Teníamos relaciones, pero eran muy raras», afirma Diana en unas de las grabaciones desveladas, en las que también confiesa que Carlos no sabía besar. Pero no fueron sus dotes amatorias lo único que convirtió la relación en un infierno.
Obsesionada
Acechaba la sombra de Camilla, con la que Carlos había terminado años antes, aunque seguía enamorado de ella. «Le oía por teléfono diciéndole: “Pase lo que pase te querré siempre”», aseguró Diana en 1991 a su amigo el doctor James Colthurst. Algo por lo que fue obsesionándose. «En mi boda iba al altar como el cordero al matadero, pendiente de si veía a Camilla, sabía que estaba allí», admite en las grabaciones desveladas por Morton. Y así fue. Camilla estaba allí, en la catedral de San Pablo de Londres. «Estaba completamente obsesionada con ella», reconoce. Lo hubiera estado aún más de saber que la noche anterior su ya marido, según Bedell, lloró sin consuelo recordando el amor eterno que unos días antes había jurado a Camilla.
Una obcecación que empeoraba la bulimia que padecía desde su compromiso con Carlos, quien, según aseguró Diana a Colthurst, fue quien se la provocó: «Un día me dijo que me estaba poniendo regordeta y eso disparó el gatillo. Comía todo lo que encontraba y lo vomitaba a los tres minutos». Paul Burrel, su ex mayordomo, revelaba esta semana que era él quien le compraba las natillas, yogures y plátanos que devoraba a diario, asumiendo haber sido cómplice de su enfermedad: «Estaba haciendo mi trabajo. Habría hecho cualquier cosa por Diana». Incluso la acompañaba cuando iba a hacerse irrigaciones de colon para mantener un aspecto delgado. Un trastorno que se acentuaba por su depresión: «Estaba tan deprimida que traté de cortarme las muñecas con unas cuchillas», confesó durante su luna de miel.
Un año después de su enlace, en 1982, nació Guillermo y en 1984, Enrique. Siempre aseguró desvivirse por protegerlos, aunque según la escritora Penny Junor, mencionada estos días por una biografía no autorizada que publicó sobre Diana, no era la madre ejemplar que decía ser. De hecho, asegura que eran los hijos quienes a veces tenían que hacer de paño de lágrimas de su madre cada vez que salían informaciones sobre el romance entre Carlos y Camilla, y que los gritos y peleas por ello eran frecuentes delante de los menores, que incluso habrían sido testigos de cómo su madre llamaba a medianoche a Camilla para amenazarla: «He mandado a alguien para matarte. Está fuera, en el jardín. Mira por la ventana», recoge Junor en su libro.
Pero Carlos nunca se escondió: «Me niego a ser el único príncipe de Gales sin una amante», le espetó a Diana, despertando en ella unos celos que solían terminar en ataques de histeria y caídas intencionadas por las escaleras: «En una de ellas la reina acudió horrorizada, estaba realmente asustada», revela Morton, mientras que el príncipe le respondía: «Siempre haces lo mismo. Me voy a montar a caballo». Entonces ella aprovechaba para vengarse contando a la Prensa que su marido prefería salir con sus amigos que estar con sus hijos.
Finalmente en 1992 se separaron. Tres años después Diana concedía a la BBC su entrevista más sonada, en la que confesó: «En el matrimonio éramos tres, demasiada gente». Se divorciaron en 1996. Un año más tarde, el 30 de agosto, ella y el hombre con el que muchos ya la casaban, Dodi Al-Fayed, realizaron una parada en París tras nueve días juntos a bordo del yate Jonikal. Después de cenar en el Ritz, fueron perseguidos por los «paparazzi» y la carrera para esquivarlos terminó en tragedia en un paso subterráneo. El resto es historia.
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