Moda
El título que todos esperamos
Hay temporadas en las que ando inquieta, estresada, duermo fatal, en mi cabeza hay una jauría tumultuosa de ideas y no consigo encontrar el interruptor con que apagar el curso de mis pensamientos. Suele coincidir con épocas de mucho trabajo, y con la manía de buscar la perfección y quedar bien con todo el mundo. Abrir mi e-mail es un acto de valentía que me produce vértigo, y la mayoría de las veces vuelvo a cerrarlo inmediatamente por no querer enfrentarme a él. La vuelta al cole en Madrid este año está resultando agotadora, con mucho trabajo y proyectos nuevos, pero a la vez muy interesante, por la vida social intensísima de esta ciudad. Estrenos de teatro, ópera, exposiciones de pintura, desfiles con la moda del próximo verano en la Mercedes Benz Fashion Week, cuando todavía no hemos terminado éste, cenas en casas de amigos para reencontrarnos después de andar desperdigados durante las vacaciones...
Ayer coincidí en una de ellas con dos mujeres muy interesantes. Ambas con historias personales muy intensas. Isabel Sartorius y Carmen Martínez Bordiú. Observando a Isabel, que es encantadora y muy dulce, pensaba que podía haber sido nuestra reina, pero estoy segura de que es mucho más feliz viviendo su vida en un relativo anonimato que siendo el foco de atención y críticas. Siempre pelea con su tendencia a acumular kilos, pero está guapísima y llena de paz o, al menos, eso es lo que trasmite. Bordiú me encanta por su sinceridad. Es una mujer de enorme personalidad, sin complejos, que abre su alma y sus pensamientos con naturalidad. No pretende aparentar lo que no es, y ésa es una cualidad que admiro mucho, unido a que siempre ha hecho lo que ha querido viviendo a su manera y rompiendo moldes con libertad.
Ahora estoy en el aeropuerto esperando mi vuelo a Milán mientras escribo distrayéndome con el devenir de los viajeros. Me entretiene muchísimo observar a la gente y pensar cómo será la vida de esos personajes que tengo sentados frente a mí. Incluso imagino historias y estoy segura de que a veces acierto. Milán es una ciudad esencialmente elegante y cómoda, con una oferta de moda espectacular repartida en varias calles acogedoras y fáciles de caminar: Monte Napoleone, via de la Spiga, via Dell’ Uomo... Los italianos tienen un sentido innato de la belleza y la estética. En este momento me interesa mucho más la moda en Italia que en Francia. Firmas como Dolce&Gabbana, Prada o Gucci marcan mucha más tendencia que las marcas francesas, exceptuando Chanel. Y es un orgullo ver las tiendas de Zara llenas de gente como ninguna otra, y a un español a la cabeza de ese imperio textil, un «self made man» como es Amancio Ortega.
Sin ninguna duda es el empresario español más destacado de cualquier época, su fortuna no tiene orígenes especulativos y da trabajo a miles de personas. No sé a qué esta esperando nuestro Rey para darle un título nobiliario o un premio Príncipe de Asturias, que bien merecido lo tiene, por ser una empresa ejemplar que lleva el nombre de España por el mundo. Ahora hay una campaña contra él por encabezar la lista de millonarios de «Forbes», llamándole desde Podemos en las redes sociales hasta terrorista. La envidia y la autodestrucción son dos rasgos característicos del tejido social de nuestro país. Amancio Ortega es un ser humano tan extraordinario y humilde que, siendo la mayor fortuna del mundo, vive como si no lo fuese, de forma sencilla y sin hacer ruido, demostrando una vez más su inteligencia, pues no debe ser nada fácil de saber gestionar que eres el hombre más rico del mundo. Creo que debe producir más angustia y miedo que hacer filigranas para llegar a fin de mes.
La próxima semana les contaré mis andanzas por Milán, y quizá les hable de un nuevo amor...
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