Estados Unidos
Melania: Una campaña contra su ansiedad
La primera dama se reinventa: lanza un movimiento contra el acoso a los niños porque su hijo Barron lo sufre y ella siente pánico
La primera dama se reinventa: lanza un movimiento contra el acoso a los niños porque su hijo Barron lo sufre y ella siente pánico.
Erin Silvia, en la misma pieza del pasquín digital «Hollywood Life» donde avisa del acoso contra Barron, explica la dura situación que atraviesa la primera dama. Ansiedad. Pánico al acoso de los medios. A no poder moverse ni casi respirar sin sentir el rayo láser de quienes esperan un gesto por el que colarse y atacar a quemarropa. La demanda judicial interpuesta por Stormy Daniels fue el punto de inflexión. Durante meses, mejor, años, había tragado con las denuncias de presuntas infidelidades del marido. Sus delirantes entrevistas. Los comentarios soeces respecto a ella misma, su hija Ivanka o, en general, cualquier mujer. Pero esto es distinto. Peor. Casi insoportable.
Bienvenida a la Casa Blanca. No hay primera dama, desde que existe el oficioso pero exigente cargo, que no tuviera que lidiar con su imagen y/o el juicio del público. Solo que a la tradicional inquisición se añade la evidencia de que vivimos tiempos de abordaje noticioso. Y la obvia brusquedad de un Donald Trump especializado en dejar en ridículo a la gente que lo acompaña. Lenguaraz y más que incorrecto, a menudo infumable. Todo esto choca mucho y mal con el talante retraído de Melania. Alguien que nada tiene que ver con el perfil combativo de la siempre brillante y polémica Hillary Clinton o con la gracia y la potencia intelectual de Michelle Obama. Para comprender hasta qué punto esto es así piensen que Hillary casi alcanza la presidencia, e incluso ganó en el voto popular. O que Michelle es, hoy por hoy, el sueño imposible y dorado de unos demócratas incapaces de encontrar a nadie con una centésima parte del talento que derrochaban los Obama. Nada que ver, en fin, con la ex modelo. Acostumbrada a posar pero no abrir la boca. Que trató de dialogar mediante los sutiles códigos del vestuario, por ejemplo, aquel traje en homenaje a Jacqueline Kennedy de la investidura, guiño al Camelot de John y los primeros sesenta. O el cuidado que pone en cada uno de los viajes exteriores. Todo elegante, incógnito como le gustaría a ella, pero también insuficiente, lamentablemente corto en cuanto a señales y mensaje, cuando enfrente tienes a unos medios empeñados en ganar las elecciones por vía del «impeachment». A un marido con el que cuesta empatizar.
Dueña de su discurso
De ahí, posiblemente, que haya decidido dar un giro, mandar parar y reinventarse. De ahí que, viviendo como dicen que vive lejos de su marido, trate desesperadamente de tomar la iniciativa más allá de los vestidos y los códigos externos. De ahí que resulte tan espectacular que el vehículo elegido sea, entre todas las cosas, una campaña para luchar contra el acoso. «BE BEST». En su presentación, la primera dama explicó que «sigue siendo un imperativo moral de nuestra generación asumir la responsabilidad y ayudar a nuestros hijos a manejar los muchos problemas que enfrentan en la actualidad, incluido el fomento de hábitos sociales, emocionales y físicos positivos...». Radiante y serena, dueña al fin de un discurso que poco a poco espera que fructifique. «La campaña también promoverá organizaciones, programas y personas que ayudan a los niños a superar algunos de los problemas que enfrentan al crecer en el mundo moderno». Qué hermosa contradicción, que paradójica ironía, que entre los problemas que acechan a los menores figure de forma destacada el «bullying». Ese que al parecer, y siguiendo las habladurías de Erin Silvia, castiga a su propio hijo. El mismo, qué cosas, que su marido, y padre de Barron, ha ejercitado con singular gracia a bordo de mil y una plataformas. Trump ha sido, es y parece que pretende seguir siendo el oficioso rey del «bullying». Hasta el punto de que lo transformó en arte, oro televisivo e inagotable manantial de ingresos con aquel programa feroz llamado «El aprendiz».
«Cuando los niños aprenden desde el principio comportamientos positivos en internet», sostienen los colaboradores de Melania en «BE BEST», «los medios sociales pueden usarse de manera productiva y lograr cambios para bien. Los niños deben ser atendidos y escuchados, y es responsabilidad nuestra como adultos educarles y reforzar que cuando usan sus voces, verbalmente o en las redes sociales, hablen con respeto y compasión». Basta con situar este párrafo a la altura de los estudios dedicados a contar los insultos proferidos por Trump en Twitter, cientos, puede que miles, para que uno reaccione con una mezcla de enternecimiento y asombro. No sabes, en definitiva, si compadecerte o aplaudir. Si reír o llorar.
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