Grupos
¿Quién quiere a un hippie?
Las protestas del Verano del amor se transformaron en avances sociales y, sin embargo, el arquetipo del melenudo se nos ha vuelto algo indigerible en cuanto se convirtió objeto de consumo.
Las protestas del Verano del amor se transformaron en avances sociales y, sin embargo, el arquetipo del melenudo se nos ha vuelto algo indigerible en cuanto se convirtió objeto de consumo.
Si muchos de los valores de la socialdemocracia y del actual estado del bienestar están como germen en las propuestas del verano del amor, ¿por qué tienen entonces los hippies tan mala prensa? En lugar de ser aclamados como pioneros, para la calle los hippies son sinónimo de apáticos emporrados que no se duchan, pringadillos de escasa afición al trabajo, cursis en su concepción de la naturaleza humana, etcétera. Se les tolera con displicencia, aceptando que puedan ser buenos tipos, pero pensando que de todo ha de haber en este mundo democrático.
La única explicación que veo es que los hippies, tan dados a abominar del consumo, cayeron ingenuamente en la trampa de permitir que sus valores se convirtieran en ideales para consumir. Así, te vendían ya empaquetados para su compra una astronomía metafísica en un póster, los pantalones de campana, el taoísmo, la música rock y las sustancias estupefacientes. Tal banalización de cosas muy complicadas provocó enseguida cuatro hippies serios y un montón de pacotilla; una ilusión de autenticidad. La contracultura, bien mirado, era solo un crítica PARCIAL a los viejos valores (porque algunos de ellos no estaban nada mal) y muchos, ingenuamente, la creyeron total. Solo cambiaban las cosas y los tiempos (que, por su propia naturaleza caduca, siempre lo hacen) pero no cambiaban tanto las formas de pensar ni de relacionarse entre humanos.
el poro y el dragón
Un buen ejemplo de todo esto es la figura del cantautor escocés Donovan. Debutó en 1965, dos años antes del verano del amor, y enseguida sus canciones fueron muy conocidas en el ambiente folk y de la contracultura. Fue la primera estrella popular detenida por consumo de marihuana y eso aumentó su leyenda de cara al verano de 1967. Acompañó a The Beatles en su viaje a la India y estaba en todas las salsas. Pero, rápidamente, en menos de cuatro temporadas, su figura decayó como epítome de lo cursi y empalagoso. Fue probablemente porque, tras haber compuesto famosas canciones simpáticas e inocentes como «Colours», se le ocurrió interpretar una que ni siquiera era suya (sino del grupo folk Peter, Paul and Mary) titulada «Puff, el dragón mágico». Originalmente era una canción para niños y a Donovan, como artista, le interesaba ese género. Pero resultó que el nombre del dragón sonaba fonéticamente como la palabra que se usaba en argot para designar una calada de porro. El público sumó la detención del artista al título de la canción y de dos más dos le salieron veintidós como contraseña del cannabis. La canción se hizo popularísima entre fumadores. Pero como, al fin y al cabo, era una canción para niños (con la primaria armonía y el ritmo saltarín de estos casos) a los dos años todo el mundo estaba harto de oír su sonsonete. El aborrecimiento se trasladó al artista que la llevaba pegada a su trasero y, aunque no la hubiera escrito él, Donovan no levantó cabeza hasta 1996, cuando vino el productor Rick Rubin a rescatarlo.
Queda claro que ningún sueño puede realizarse suprimiendo la realidad que lo contiene. Porque si dinamitamos la realidad, pulverizamos el sueño que va dentro. Solo transformando esa realidad podemos acercarnos a cumplir parte de nuestros sueños. La artesanía, por ejemplo, tenía base factual cuando la tecnología no existía, pero ahora ya solo posee un sentido accesorio. ¿Nunca se han preguntado porque hay tanta ferias medievales en nuestros pueblos (con halcones, artesanía, viandas) y ninguna feria local de la Ilustración (con pelucas, ciencia, jardinería versallesca, etc.)? Yo, que soy algo raro, sí que me he hecho la pregunta. Y quizá la respuesta esté en que se creyó que Donovan y 1967 eran el triunfo de una revuelta juvenil cuando en realidad era el asalto triunfador de la industria al nuevo consumo cultural de la juventud.
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