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El increíble caso del carnero embrujado
Un satánico sistema llamado «Pondori» perseguía a los animales salvajes de la selva para convertirlos en domésticos de una forma algo más que insólita
Un satánico sistema llamado «Pondori» perseguía a los animales salvajes de la selva para convertirlos en domésticos de una forma algo más que insólita
Gaetan Kabasha es un joven sacerdote ordenado el 9 de noviembre de 2003 en la catedral de San Pedro Claver de Bangassou, en el corazón de la República Centroafricana. Pese a vivir casi en plena luna de miel sacerdotal, el padre está ya curado de espantos desde que hizo su primer exorcismo en febrero de 2011. Tan negro como su sotana, este clérigo entrañable y solvente es un libro abierto sobre casos de magia negra, maldiciones y brujería. Todo empezó la mañana más insospechada con un hecho insólito, según relataba el propio testigo para mi libro «Así se vence al demonio» (Libros Libres): «Richard, el hombre que se ocupaba de las ovejas, me avisó de que el carnero se había muerto. Estaba sorprendidísimo por ese fallecimiento repentino, dado que el día anterior el animal no había mostrado el menor síntoma de enfermedad». Richard decidió entonces despedazarlo con resignación para aprovechar su carne como alimento. Pero mientras descuartizaba al carnero, el pastor reparó en un hecho insólito y le faltó tiempo para plantarse en el despacho del padre Gaetan y contárselo.
¿Había descubierto acaso algo extraño en las entrañas del animal? Richard le dijo enseguida, muy azorado: «Padre, usted que no cree con facilidad en sucesos extraordinarios, venga a ver ahora mismo la prueba que acabo de encontrar».
- Masa de bolsas
El sacerdote se quedó sin saber qué decir. Salió rápidamente del despacho y contempló poco después, igual de boquiabierto que Richard, el «trofeo» que éste acababa de extraer del estómago del carnero: una masa informe de bolsas de plástico como las que se utilizan en los grandes almacenes para guardar útiles y comestibles. Bolsas de diversos tamaños y formas, anudadas fuertemente entre sí, con una dimensión tres veces mayor que una cabeza humana y un peso superior a dos kilos.
Resultaba increíble: centenares de bolsas amarradas unas con otras. Es fácil imaginar la cara que puso Gaetan al ver aquel enorme engendro de plástico que ningún carnero del mundo podría haberse tragado solo. Tratando de hallar una explicación, uno de los trabajadores que acompañaban a Richard les dijo que en los barrios de Bakouma ya se habían registrado fenómenos semejantes: ovejas y cabras que habían muerto de la misma manera. Y añadió que solía hallarse un pequeño cordel en el interior del estómago que ligaba todas las bolsas.
La búsqueda del cordel se convirtió enseguida en una especie de piedra filosofal que debían encontrar a toda costa. Poco después, efectivamente, hallaron la cuerda en cuestión. Era un cordón bien trenzado, como el que puede adquirirse en cualquier mercería. El sacerdote extrajo la cuerda con sumo cuidado y la guardó para examinarla luego con minuciosidad.
- El cordel de la discordia
La pregunta seguía, aun así, sin responder: ¿cómo era posible que apareciese tan descomunal objeto en el estómago del pobre carnero? Coincidieron todos en que era un claro ejemplo de brujería. Al parecer, el encargado de realizar el hechizo ataba las bolsas en su casa y luego las colocaba en las trampas para animales salvajes diseminadas por la selva.
De regreso al poblado, elegía a su víctima, en este caso el infortunado carnero, apuntándolo con una pequeña piedra sujeta con la misma cuerda. En ese preciso instante, la masa de bolsas depositada en la trampa de la selva se introducía por medios satánicos en el estómago del animal doméstico, mientras que otro ejemplar salvaje del mismo tamaño quedaba apresado en la zanja excavada al efecto. Cuando el hechicero daba muerte al animal salvaje en la selva, el doméstico perecía automáticamente en la granja. Gaetan averiguó luego que este horrible sistema, llamado «Pondori», se aplicaba también con seres humanos. Era espeluznante. «Sé que es muy difícil de creer, pero yo he visto con mis propios ojos cómo aquel amasijo de bolsas se extraía del estómago del carnero», aseguraba el clérigo. Gaetan llevó luego la cuerda a la capilla para conjurar cualquier poder maléfico que pudiera conservar, confiando en que sus ovejas se encontrasen ya a salvo de tan espantoso procedimiento satánico.
El increíble caso del carnero embrujado le recordaba a Gaetan el no menos sorprendente de la señora que fue a verle a su despacho parroquial para contarle la historia de su marido militar, el cual, a fin de ascender rápidamente en el Ejército, viajó con ella hasta Sudán para consagrarse a Satanás. Las personas que organizaban los pactos diabólicos le aseguraron que si seguía cada uno de sus pasos, ascendería enseguida en el escalafón. El hombre siguió sus consignas y ascendió, pero su mujer acabó enloqueciendo. Verlo para creerlo.
Entre los alucinantes casos referidos por el padre Gaetan Kabasha figura el de un vecino de la localidad de Kpango, en la República Centroafricana, quien le confesó que había ofrecido sacrificios cruentos al diablo para conseguir diamantes. ¡Diamantes...! Vivía en las minas, donde casi nadie más que él conseguía los preciados minerales desde que hizo sus ofrendas al diablo. Luego, sentía un impulso irrefrenable de venderlos y gastarse todo el dinero en alcohol y en mujeres. Llegó un momento en que, temiendo quedarse sin un céntimo, realizó trueques con los compradores de modo que, a cambio de diamantes, aceptaba por ejemplo bicicletas. Pero incluso éstas acababa vendiéndolas, incapaz de reprimir sus ansias de gastar. Con el dinero obtenido pagaba a prostitutas para que le hiciesen compañía. Vivía aislado del pueblo. La riqueza material no le permitía ser feliz. De hecho, acudió al sacerdote por sentirse tan desgraciado. Pero jamás regresó para verle.
@JMZavalaOficial
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