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Las autopistas del futuro
Serán inteligentes, interactivas y más seguras, pero llama la atención cómo la biotecnología ha conseguido que, mediante bacterias, se reparen automáticamente
Serán inteligentes, interactivas y más seguras, pero llama la atención cómo la biotecnología ha conseguido que, mediante bacterias, se reparen automáticamente
Si echamos la vista atrás, apenas diez años, el cambio drástico que han vivido nuestras carreteras ha sido aún mayor que los avances producidos por los coches que se conducen solos. Y su impacto en nuestros traslados es imposible de cuantificar.
Para determinar cuándo cambió todo, deberíamos viajar hasta 2014. Ése fue el año en el que la ciudad canadiense de Vancouver y la holandesa Rotterdam aprobaron asfaltar sus carreteras con plástico reciclado. La producción de asfalto suponía hasta entonces 1,6 millones de toneladas de emisiones de CO2 al año. A ello se le unía que para producirlo y volcarlo en las carreteras se precisan temperaturas de 160ºC, algo que no ocurre con el plástico, capaz de fundirse en un ambiente mucho más frío. Esto generó un ahorro de combustible del 20% y permitió que los trabajos siguieran realizándose aún en bajas temperaturas ambientales. Lo que en Vancouver significó que las obras no se detuvieran durante cuatro meses al año.
Pero fue Rotterdam la que revolucionó y exportó su asfalto plástico. El estudio holandés Volker Wessels desarrolló paneles modulares que se acoplaban entre sí, como piezas de Lego, hechos de plástico reciclado. El ingenio tenía tres claras ventajas: al ser piezas desmontables facilitaban el acceso a reparaciones, se podía exportar a cualquier lugar del mundo y tenían en su interior un espacio hueco para el cableado típico de una ciudad: electricidad, teléfono, agua, etc. Tres años más tarde, en 2017, los Países Bajos se convirtieron también en el primer país del mundo con un puente construido con impresoras 3D. El estudio de arquitectura e ingeniería de Amsterdam, MX3D, desarrolló dos robots que, desde lados opuestos, avanzaban mientras imprimían una estructura gota a gota hasta formar el puente. Lo que imprimían los robots era el mismísimo soporte por el que avanzaban. Para ello calentaban el metal a 1.500ºC y con un programa informático seguían las instrucciones del diseño de la estructura.
Si bien estas innovaciones produjeron un considerable ahorro en dinero y en emisiones, los grandes revulsivos que llegaron fueron mucho más pequeños. Y numerosos. Al igual que sucedió con las apps para «smartphones», que dotaron a los teléfonos de un nuevo poder, las pequeñas aplicaciones enfocadas en la carretera se sumaron para dotar a las rutas de una capacidad impensable. Uno de ellos fue Solar Roadways Project, que colocó placas solares en las autovías. Gracias a este proyecto, hoy los caminos cuentan con luces LED que sobre el camino colocan avisos de precaución, contiene elementos para derretir nieve y se transforman en placas inductoras de carga eléctrica para que los vehículos puedan cargarse mientras avanzan.
Más tarde el sistema evolucionó para reconfigurarse y responder, con relieves específicos, a las condiciones climatológicas: lluvia, nieve, calor extremo...
Otra innovación llegó de la mano de las placas concebidas por el estudio londinense Pavengen. Se trata de piezas hechas con material reciclable que transforman la energía producida por el peso y la fricción de los vehículos, en electricidad.
Otra importante innovación fue la concebida por expertos de las universidad de Bath y Cardiff en Reino Unido que crearon un cemento para carreteras que se auto reparaba gracias a bacterias. Éste fue el comienzo del uso de biotecnologías para la reparación de autovías en mal estado. El avance resultó fundamental, ya que el 7% de las emisiones globales de CO2 correspondían a las fábricas de cemento.
FUENTE: Todas las innovaciones y empresas mencionadas ya se están probando o en desarrollo.
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